Soy resistente al cambio porque los cambios de mi tiempo son cada día más desalentadores: cambio climático, cambio de sexo, cambio de nacionalidad, cambio de estado civil… todo cambia cada día y el tiempo no nos da un respiro para saborear nada como lo saboreábamos en el lejano 1975.
Como soy de otro siglo y tengo más años que casi todos ustedes fui educada para vivir despacio, para apreciar los objetos y para asociarlos con experiencias y con personas, para vivir de los recuerdos de las bellas sensaciones como momentos para coleccionar. ¡Así de boba soy!
Como mi reino es el de la lectura y la escritura me eduqué con libros, bibliotecas, cuadernos, esferos y máquinas de escribir manuales y después eléctricas. Tuve computador de escritorio durante mucho tiempo (veintidós años con la misma belleza que cambié por el computador portátil desde el que escribo esta sentida composición).
Por mí escribiría desde esa máquina maravillosa, pero fue imposible ajustarla con acceso a internet. Nada que hacer. Era una obra museo y con ese aparato escribí los ensayos que me hicieron pensar que podría ser una buena ensayista. Ese es el origen de mi nickname en el mundo digital, en el futuro que vendría mientras era joven y me entusiasmaba descubriendo el maravilloso mundo llamado Word.
Todo lo relacionado con las nuevas tecnologías ha llegado a mí por la necesidad apremiante de comunicarme con una persona particular que me interesaba en ese momento y no en otro. Nunca por moda, por posar de inteligente, sofisticada, moderna… o por mostrarme superior a mi prójimo.
Creé un correo electrónico para conversar vía Yahoo con el escritor colombiano Ricardo Cano Gaviria. Yo desde Bogotá, él desde Barcelona y Tarragona. Nuestro intercambio epistolar fue tan emocionante que terminé publicando las cartas, porque eran cartas, no eran frases estúpidas. Mi trabajo de maestría fue sobre su obra. ¡Valió la pena creer esa bendita cuenta en Yahoo!
Conocí las salas de chat por casualidad, con mi hermano menor. Me preguntó si sabía qué era, le dije que no. Probé las salas de chat y ahí, en ese mundo tan oscuro conocí a Andres. Era mi primera cita con un ser virtual y era su primera cita con un ser virtual. Desde esa primera cita quedamos unidos para siempre. ¿No es maravilloso? ¡Valió la pena saber en qué consisten las salas de chat!
Compré teléfono móvil para hablar con Andrés, fue un gran motivo, claro.
Y, ahora, después de tanta resistencia, después de tanta insistencia, después de conocer todos las enfermedades físicas y psicológicas, toda la miseria existencial asociada a los «teléfonos inteligentes», decidí comprar mi primer smartphone.
Lo compré por miedo a no comprender la tecnología del futuro, porque el smartphone es la nueva flecha, porque si no lo compraba esta semana lo hubiera terminando comprando el próxima año. Lo compré con el mismo entusiasmo con el que compramos los televisores para ver partidos de fútbol y usamos internet en el hogar; era imposible seguir resistiendo pero fui valiente, digna de admiración: soporté durante años la presión social. Se supone que el teléfono habla del tipo de persona, de su condición social e intelectual, cuando todos sabemos que es mentira, es puro consumo y nada más.
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