La vida no tiene sentido y casi nadie lo sabe. Yo lo sé desde hace mucho tiempo -desde hace más de cuarenta años- y cuando supe que la vida no tiene sentido decidí que lo mejor era dedicarse a descansar y a esperar y a eso he consagrado mi vida entera: a descansar y a esperar.
No hay nada de qué arrepentirse porque no he hecho nada, porque no creo en la acción, porque durante el tiempo transcurrido he vivido como si observara la vida desde la muerte.
No hacer nada es otra forma de burlarse de la vida, no seguirle el juego, no ser cómplice de la mentira y el autoengaño.
La mayoría de la gente no entiende por qué se aburre y espantan el aburrimiento estudiando, trabajando, viajando, bebiendo, jugando, haciendo sufrir a otros seres humanos que no saben por qué están aquí ni cuál es su Misión. No hay misión, pasamos como pasan los perros, los gatos, las nubes y las hojas de los árboles y de nada sirve ser un personaje ilustre porque todos los personajes ilustres terminan desfigurados por el tiempo y llegará un momento en el que nadie los recuerde.
He pasado la mayor parte de mi vida sonriendo con prepotencia ante el afán, los sueños, los triunfos y la arrogancia de los demás. Pero tantos años de descanso y de convencimiento de que la vida no tiene sentido me han arrastrado a algo peor que el convencimiento de que la vida no tiene sentido: he terminado doblegada ante el aburrimiento.
¿Cómo se aburre una persona inteligente y culta?
Se aburre de forma inteligente y piensa en todas las frases ingeniosas que han pasado por su mente en otros momentos de aburrimiento. Pero es más emocionante reír a carcajadas siendo joven que estando cerca de la temporada más ridícula de la vida: la vejez.
Todavía no tengo canas, camino más rápido que el ejemplar más veloz de toda mi familia, no tomo ningún medicamento, no me duele el cuerpo ni el alma, como bien, duermo bien… pero me asusta la idea de vivir treinta o cuarenta años más riéndome de las mismas estupideces, de los errores reiterativos de mis compañeros de especie.
Conclusión: no es gracioso aburrirse después de los cuarenta.
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