Lo más difícil de leer y escribir en literatura es poesía, pero la masa ignorante y analfabeta siente que es lo más fácil y lo más democrático también, precisamente porque no saben de literatura, porque no respetan el arte y subestiman a los poetas. Asumen que la poesía la escribe cualquiera, se sienten con el derecho para competir con Blake, Baudelaire, Rilke, Keats, Leopardi, Dickinson, Hofmannsthal y todos los demás.
Así son.
Asumen que escribir Mi mamá me ama o El enano come banano es poesía, es decir, que al aprender el alfabeto se apropian de la lengua, del sistema, del ritmo, la técnica. Y entonces cualquiera se llama a sí mismo Poeta: poeta tuitero.
En Twitter abundan más los poetas que los filósofos, poetas y filósofos sin formación académica, gente que no ha leído ningún libro y ni siquiera sabe escribir en español. Pero como en las redes sociales reina la ignorancia, la zalamería y la nivelación desde abajo se felicitan unos a otros por sus maravillosas composiciones.
Sospecho que varios poetas tuiteros han publicado sus antologías y éstas han sido presentadas en las ferias del libro como la Obra, la gran revelación, la nueva reencarnación de Silva o de Barba Jacob.
Así son.
Los poetas tuiteros conversan, interactúan entre ellos, hablan de temas diversos y entre un verso a la luna, al sol, a las estrellas, al amanecer, al atardecer, a la montaña, a la brisa marina… revelan su verdadera naturaleza.
Cuando mejor se conoce a una persona – a un poeta- es cuando habla, cuando no está «componiendo», cuando es más él mismo, la persona, el centro de su ser revelado a través de la conversación cotidiana, la palabra que fluye sin premeditación, la oralidad prístina.
Pero la oralidad prístina del típico poeta tuitero no me lleva a pensar en las cartas de Emily Dickinson, las imágenes de William Blake o los Consejos de Rainer María Rilke, sino que me hacen pensar en el parlache, en doña Gloria, en el Zarco, en el habla más representativa de Colombia, la que más nos divierte cuando estamos hablado de fonología.
Ante las conversaciones de la mayoría de los poetas tuiteros me siento sumergida en esta conversación.
Así son:
-Quiubo.
-Bien.
-Hijueputa. Más mal, estuve en el entierro de Janik.
– ¿Cómo?
– Sí, hijueputa, lo mataron el viernes.
– Vida marica: ¡lo mataron! ¿Quién fue el gonorrea?
– No que va, el malparido se mató solo.
– Mande
– Sí, iba en una moto con Jerry y se le atravesó una puta buseta y el gorsobia voló, explotó.
– Hijueputa, es güevón vivito todavía no se pasaba de remojo, pa’ ir a matarse él mismo.
– Sí, aquél… está más grave, el que lo iba parrillando y a ese sí no, sólo se jodió una mano y se cortó la cara. Ese man ya está es de mental y no hace sino gritar, dizque: viejo, por qué vos, hijueputa, y casi no lo deja enterrar.
– Jerry es un amor, una nota, Hoy mismo me piso pa’ allá. El no se va a joder más.
-Yanik quedó más lindo, todo nota, lo peinaron muy cuquita, yo me tomé todo un rollo con él; pero ahí el feto era yo, él estaba preciosis. Los muchachos, cuando lo iban a enterrar, se tiraron a ese güeco, casi no dejan hacer nada. Los chachos están dolidos, más si no tienen por qué vengarse. Porque cuando hay con quién, ellos se desahogan, pero ahora están con eso adentro. Mejor no vas donde Yerry.
– ¡Las güevas! Así me den chumbimba, yo tengo que ir, tengo que estar con él, a la efe, como debe ser, ¿o sino qué? Yo vuelo, no, olvídate, ese man me necesita.
-Sisas, tienes razón, cuando él entienda te va a agradecer.
-Bueno parcera, parlamos, paso por vos a las ocho pa’ que nos pisemos pa la novena.
-¡Jmp! Hijueputa, me dañaste la mañana. Chao.
-Bye.
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