Cuando nos veíamos las horas pasaban rápido. Y yo sentía como una herida el momento en que debía irme. En que debía dejarla. Eso me hacía más evidente su actitud: me había abandonado. Mi amor se transformaba entonces en un terrible sufrimiento. Estaba perdido, no sabía qué pensar, no quería verla más, me había hecho demasiado daño, y después la necesitaba, la necesitaba como no había necesitado nunca a nadie, y quería verla lo antes posible. Era la coreografía incesante de mi corazón. En el fondo estábamos cerca uno del otro, éramos tan idénticos.
David Foenkinos, en Lennon.
Deja una respuesta