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Daniela Ospina, la fea

26 Jul

Daniela Ospina es la esposa de James Rodríguez, el nuevo jugador del Real Madrid, el 10, el jugador que hizo el mejor gol en Brasil 2014. El gran vendedor de camisetas: se venden diez cada minuto.

La jauría adora a James pero desprecia a Daniela, la odian, la quieren despedazar, desean estar en su lugar, sueñan con el dinero y el poder del jugador de fútbol y entonces le dicen fea.

Medio mundo a través de Twitter le dice que no es bonita, que es fea, que parece un travesti. Es increíble, la noticia le dio la vuelta al mundo.

Fea es el insulto más básico, es lo que suelen decirse los niños de escuela primaria para hacerse llorar unos a otros. Es el peor insulto para un niño de cinco años.

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¿Por qué la jauría se ensañó contra Daniela Ospina?

Porque sienten que ellos podrían gozar de semejante privilegio. Estar en su lugar.

¿No es asqueroso?

Sí, claro. La humanidad produce mucho asco.

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La imagen del desconsuelo

26 Jul

Una de las experiencias más desagradables para las personas mayores de cuarenta es encontrarnos con nuestros contemporáneos, ver cómo envejecen, se conservan, se hinchan, se secan, se encorvan, se quedan calvos, se hacen joviales o se convierten en personas amargadas.

A los cuarenta una persona tiene más o menos definido el rumbo de su vida, sabe si ha sido tratado con cariño o con crueldad, puede empezar a hacer el balance de su vida y puede tener más o menos claro si se cumplieron sus sueños o si puede llamarse a sí mismo fracasado, soñador, gente sin atributos y un pobre ser golpeado sin compasión por el azar y la mala suerte.

A los cuarenta se sabe si hemos tenido suerte en el amor, si la fortuna nos persigue o nos es esquiva y si la salud y la enfermedad son nuestros mejores amigos o nuestros verdugos.

No hay nada más doloroso que encontrarse con una persona de nuestra edad que se ha echado diez años encima en dos meses, los vemos y temblamos de miedo al pensar que eso nos podría pasar a nosotros.

Es agradable encontrarse con los amigos y ver sus rostros resplandecientes cuando nos dicen que nos vemos muy bien, mucho más jóvenes de lo que en verdad somos. Pero esas dichas son peligrosas porque mientras oímos las frases de júbilo y pensamos en los bien que nos vemos y nos sentimos, pensamos también, si somos un poco compasivos, en aquellos contemporáneos que no han sido bien tratados por la vida.

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