– ¿Cuándo fue la última vez que se autoentrevistó?
– No recuerdo, supongo que fue hace más de dos años.
– ¿Recuerda el tema de su última autoentrevista?
– No, no lo recuerdo.
– ¿La autoentrevista es un género literario?
– No sé.
– ¿Por qué se autoentrevista?
– Porque soy la única persona que podría hacer las preguntas que de verdad me interesan.
– ¿Cuál es el tema de la autoentrevista de hoy?
– Andrés sí existe.
– ¿Andrés sí existe?
– Sí, claro, es real.
– ¿Si existe por qué el énfasis en decir que sí existe?
– Es un juego inventado por él, le parece gracioso que tanta gente lo haya visto y sigan diciendo que no existe, que yo me lo inventé.
¿Desde hace cuánto tiempo conoce a Andres?
– Desde el 5 de mayo de 2005
– Casi diez años
– Sí.
– ¿Y son novios o esposos?
– Desde 2012 vivimos juntos, aunque la palabra esposos no es la más adecuada para nosotros.
– ¿Por qué?
– Estamos juntos porque queremos, no estamos esposados, no estamos obligados a estar uno al lado del otro.
– ¿Andrés qué hace?
– Trabaja por temporadas y descansa por temporadas.
¿Y por qué?
– Porque se hastía de toda la porquería que significa trabajar, se desespera, renuncia, vuelve a descansar, vuelve a trabajar, vuelve a renunciar…
¿En este momento está trabajando o está descansando?
– En este momento está descansando, durante este mes pasamos la vida viendo partidos del fútbol.
– ¿Y usted qué piensa de eso?
– Lo entiendo, lo comprendo y lo apoyo. Yo no podría trabajar en una oficina con un contrato indefinido, de lunes a viernes, de 8 a 5, haciendo más o menos lo mismo todos los malditos días de la vida, sólo por plata, sólo por eso. La mayor parte de la gente trabaja por la remuneración económica y eso no es justo. La mayoría de la gente tiene que soportar esa miseria, Andrés se puede dar el lujo de renunciar cuando no aguanta más, cuando está a punto de enloquecer porque no quiere formar parte de todo esto, de esta miseria de vida que vive la mayor parte de la gente.
¿Qué es lo que más admira de Andrés?
Su nobleza, su admiración hacia mí, su forma de hacerse querer y su forma elegante de descansar.
Hablemos de su nobleza.
Si yo soy noble él es mucho más noble que yo, él a mi lado y yo al suyo somos la nobleza total, somos indefensos el uno ante el otro, somos compasivos y nos tratamos muy bien, podemos estar juntos todos los minutos de muchos días en silencio, cada uno rumiando sus propios pensamientos, sin herirnos, sin hartarnos, nos divertimos con placeres simples: salimos a almorzar cerca de la casa, tomamos café, vamos a cine, tomamos el sol en el parque, caminamos en silencio mirando el sufrimiento de la gente, tanta inocencia, tanta desesperación. El tiempo compartido junto a él nunca es una tortura, un suplicio al que estamos condenados, es extraño, supongo que pocas parejas pueden vivir así y sentirse muy bien.
Hablemos de la admiración de Andrés hacia usted.
Una persona como yo necesita público y necesita ser querida para hacer las cosas bien. Sin público no soy nada, por eso soy profesora y por eso escribo en este blog. Mucha gente me quiere, me lo dicen todos los días, lo manifiestan de muchas formas, pero creo que nadie me quiere como me quiere Andrés y eso es maravilloso porque él no está obligado a quererme, nos conocimos por casualidad, no está obligado a estar aquí conmigo y sin embargo está ahí, nos escogimos el uno al otro.
Hablemos de su forma de hacerse querer
Eso es lo más misterioso de todo, no sé cuál es la fórmula que usa para que yo lo quiera tanto, para hacerse aceptar como es, para lograr que una persona como yo pueda terminar aspirando a ser como él.
¿Aspira a ser como él?
.- No, eso es imposible, él encarna el deseo de algunos autores a los que admiro, personas que han soñado con una vida como la que vive Andrés pero la diferencia entre él y ellos es que ellos la sueñan y él la vive.
– ¿Cuál es esa aspiración?
– Tiene que ver especialmente con el placer de dormir y de acostarse a pensar, a pasar las horas de cada día sin hacer nada. Yo aspiro a eso pero no puedo, quisiera dormir más de lo que duermo y vivir la vida como si no tuviera sentido porque no lo tiene, pero yo trato de buscárselo, me empeño en eso, paso la vida buscando libros, leyendo, escribiendo, pensando en lo que leo, en lo que escribo y en lo que leeré. Casi todo tiene que ver con la estupidez, con la falta de sentido, con la muerte como único destino. Yo quisiera vivir en la inactividad total como Andrés, no sé qué piensa, no sé cómo puede pasar la vida sin leer, sin metas, sin grandes aspiraciones. El encarna el sueño de muchos filósofos, no necesita escribirlo, lo vive. Eso es admirable. Es admirable porque se siente bien, es una persona plena, tranquila, sospecho que se siente muy bien, lo manifiesta a través de su sonrisa franca.
– Usted se jactaba de su soltería pero ahora se ve muy satisfecha viviendo con Andrés. ¿El no afecta su vida como intelectual, no interfiere en sus procesos mentales, en su vida premeditada desde cuando tenía nueve años?
– No, al contrario, ahora siento que escribo mejor y leo más y de paso estoy comprobando que hay muchos lugares comunes sobre los intelectuales. Puedo hacer lo que hacía hace diez años viviendo con Andrés, puedo leer y escribir mientras él duerme, habla por teléfono, cocina, oye música o ve televisión, ni su presencia ni sus actos interfieren en mis procesos de pensamiento, de lectura o de escritura. Gracias a él me he reconciliado un poco con la televisión y he aprendido a ser menos rígida porque él es un poco desordenado. Somos diferentes, muy diferentes y esa diferencia ha modificado un poco mi cerebro, lo ha hecho más adaptable.
– ¿Por qué hay tanta gente diciendo que Andrés no existe?
– No sé, nunca lo he sabido, sospecho que esta creencia tiene que ver con lugares comunes sobre las mujeres que escriben. Un hombre que escribe es neutro, es un hombre. Si una mujer escribe debe haber algo anormal en su vida: debe estar enferma, se debe sentir muy sola, su vida debe ser una vida miserable, debe ser virgen, muchos gatos deben acompañar su miseria…
¿Le molesta tanto el asunto hasta el límite de aclararlo en una autoentrevista?
Lo aclaro porque es divertido hacerlo, porque es un pretexto para hablar extensamente de Andrés, porque quiero que quede constancia del tipo de hombre que es y del bien que le ha hecho a mi vida durante los últimos diez años. Más que molestarme me intriga, me sorprenden todas las leyendas que se siguen construyendo alrededor de las mujeres que escriben a pesar de que cada día sean más, me sorprende que los ataques personales vengan en su mayoría de mujeres, precisamente de mujeres.
– ¿Andrés sabe qué usted está escribiendo esta autoentrevista?
– Sí, claro, esta mañana, antes de salir a caminar, le conté que iba a escribir sobre él, sobre su existencia. Mientras caminaba pensaba en la estructura del texto. Al final, aquí sentada, se me ocurrió que lo mejor sería una autoentrevista.
– ¿Andrés dónde está?
– Salió para el parque, caminamos cada uno por su lado, cada quien tiene su propio recorrido, cuando regrese leeré este texto en voz alta y sonreiremos juntos, me fascina leer en voz alta para él, leer y sonreír, eso es muy divertido para los dos, otro de nuestros placeres simples.
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