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La fidelidad como valor

28 Jun

Amar es cerebralmente un baile y hay que bailar con el que pueda danzar con el cerebro de uno. Amar es bailar, no hacer gimnasia. Encontrar eso es muy difícil; hallarlo es un tesoro.

Rodolfo Llinás

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En una ocasión, ante un grupo de personas, pedí que levantaran la mano quienes habían sido infieles. La levantaron todos. Les pedí que explicaran el motivo y casi todos lo hacían por prevención: traicionaban a su pareja porque estaban seguros de que los traicionaban también o lo harían en el futuro. No traicionan porque desean el cuerpo de otro sino porque no confían en las buenas intenciones de la persona a la que decidieron amar; hacen daño por precaución, para no quedar como tontos cuando se enteren de la infidelidad del otro: dicen que aman, dicen que confían, pero lo dicen por decirlo y no cumplen su palabra.

Si la infidelidad fuera por deseo sería menos reprochable que si se hace por no dejarse humillar del otro. En este tipo de traición no se le da valor al erotismo, no se traiciona porque se busca placer, porque se desea siempre más, por curiosidad o por juego, sino por miedo a ser burlado. Es un instinto básico y un deseo malo, no se goza el acto de la traición sino que se piensa en el daño que se le puede ocasionar a otro.

La infidelidad es un acto irracional, un deseo satisfecho inspirado por el impulso animal que no nos abandona nunca por el placer de saberse deseado por otros, está impreso en todas las especies con patas y órganos sexuales diferenciados. Podemos abandonarnos al deseo y solazarnos en la bestialidad o podemos pensar en los demás y en nosotros mismos. Ser fiel es una decisión racional, un valor.