Tengo en mis manos el libro titulado El hombre en las redes de las nuevas tecnologías. Aportes a la disolución del enfrentamiento hombre-técnica, de Andrea Cortés-Boussac. Un libro pretencioso que no terminé de leer porque mi paciencia tiene límites.
La autora es filósofa de los Andes y doctora en filosofía de la Freie Universität de Berlín (Alemania, aclara ella), parece que allá conoció a su esposo ilustre, a quien dedica su libro agradecida por haberla sacada de la ignorancia en la que estaba sumida. A su esposo Etienne, a su hija Sophie y a su maestro Andrew Feenberg, quien fue discípulo de Marcuse, quien fue discípulo de Heidegger.
Andrew Feenberg se deshace en elogios al libro de Andrea Cortés-Boussac, quien se deshace en elogios a la obra de Marcuse y Heidegger, parece que Andrea parte del presupuesto de que en la universidad se gestan las grandes ideas y que el cuatrinomio Cortés-Boussac-Feenberg-Marcuse-Heidegger es apenas lógico: los maestros preparan a los discípulos para que dominen la materia y den cuenta de que en la universidad surgen las grandes ideas, las más revolucionarias.
En el libro son fundamentales los títulos, los cargos y los reconocimientos académicos de la autora y de quien presenta el libro de la autora y se presenta la obra y la figura de Heidegger como si se tratara de El Más Sabio de los hombres. Se usan las grandes ideas del Maestro para saber si cuando una persona usa su cuenta de Twitter o de Facebook se trata de un hombre, un ser, un ser humano, un ente, un humano, un sujeto, una persona, una cosa, un zombie… Lo más gracioso de todo es que la autora se rompe la cabeza tratando de explicar la tonterías que el Maestro explicó de manera confusa (para que las entendiera sólo él mismo) y la susodicha ni siquiera tiene perfil en las redes sociales, es una completa nulidad en el manejo de estos espacios.
¿Por qué se publican este tipo de libros?
¿Quién lee este tipo de libros?
¿Qué sentido tiene usar la obra de Heidegger para explicar algo tan tonto como la experiencia de los usuarios en las redes sociales?
¿Qué sentido tiene viajar desde Bogotá hasta Berlín, perder varios años de la vida allá para terminar escribiendo babosadas del tipo?:
«Esto no quiere decir que el hombre esté preso de la tecnología porque según esta interpretación seguiría primando el esquema sujeto-objeto. Bajo este esquema no se explica el mundo en redes, más que como una suma de objetos que afectan al sujeto, pues, en determinados casos éste ya no los puede dominar. Por el contrario, la propuesta heideggeriana de «In-der-Welt-sein» (ser o estar en el mundo) envuelve hombre y mundo en una unidad con diferentes dimensiones que no la descomponen, sino la exponen mejor y la enriquecen». (página 35).
Profesora, no porque usted imparta literatura en una institución le da derecho a opinar sobre filosofía. creo usted es una persona amargada, envidiosa y de alma miserable, puesto que la Dra. Cortés-Boussac trata en el mismo nivel a grandes pensadores e intelectuales, algo que usted dice que no desea pero sus actos demuestran todo lo contrario, deje que los demás triunfen y usted confórmese con su vida miserable!
No «imparto» literatura en ninguna parte, creo que usted me confunde con otra persona. Le informo que conozco mejor la filosofía que la literatura, para comenzar.
Usted me llama amargada, envidiosa y de alma miserable sólo porque el libro que tuve la mala suerte de tener en mis manos es una completa basura, no me culpe a mí, culpe a la autora, dígale que se haga el favor de leer lea Imposturas intelectuales, de Alan Sokal, para que pierda la inocencia de una vez por todas y para siempre; para que deje de comportarse como una pobre niña colombiana sumida en la ignorancia y rebosante de aprecio y admiración ante las Grandes Ideas de los Grandes Pensadores.
Usted trata a la autora como a una triunfadora: Si triunfar en la vida es escribir libros como ese adefesio, dar clase en una universidad, casarse con un extranjero para cambiarse el apellido -y parecer europea- tener un hija para realizarse como mujer… entonces me hace pensar que es usted la autora del libro y tiene una idea muy pobre de lo que significa la palabra triunfo.
Gracias por el comentario. Conocí a la filósofa cuando éramos alumnas de filosofía en Los Andes. Luego la visité a Berlín. Nunca dejó su gran ego que devastó sus proyectos autistas.