Elsy, Ensayante, El Cirrosis… como la quieras llamar según tu aire de superioridad, tu ingenio y creatividad, escribe pensando siempre en estas diez frases de Flaubert.
Si las lees bien -con humildad y con atención- tal vez empieces a encontrar la clave para encontrarla a ella. A partir de estas diez frases inteligentes se armarán las últimas cincuenta historias que componen la cola de la culebra que describiremos cuando termines de leer este post (porque el título de la próxima entrega de esta historia de terror es precisamente La culebra):
1. Quisiera escribir palabras que te hicieran llorar de admiración.
2. Temo ser frío, seco, egoísta, y Dios sabe bien, sin embargo, lo que sucede en estos momentos dentro de mí.
3. Lo que vuelve tan hermosas las figuras de la antigüedad es que eran originales: ahí está todo, el sacar de uno mismo.
4. La comicidad llegada al extremo, la comicidad que no hace reír, el lirismo en la broma es lo que más me seduce como escritor.
5. Lo que constituye la fuerza de una obra es el empalme, como se dice vulgarmente, es decir, una larga energía que corre de un extremo a otro y no flaquea.
6. Porque un imbécil tenga dos pies como yo, en vez de cuatro como un burro, no me creo obligado a quererlo, o al menos, a decir que lo quiero y que me interesa.
7. Soy el hermano en Dios en todo lo viviente, de la jirafa y del cocodrilo tanto como del hombre, y conciudadano de todos los inquilinos del gran caserón amueblado que es el Universo.
8. Es fácil, con una jerga convenida, con dos o tres ideas en boga, hacerse pasar por un escritor socialista, humanitario, renovador y precursor de ese porvenir evangélico soñado por los pobres y por los locos.
9. Todo el talento de escribir no consiste, después de todo, más que en la elección de las palabras. La precisión es la que hace la fuerza. En estilo es como en música: lo más hermoso y lo más raro que hay es la pureza del sonido.
10. Lo que a mí me parece lo más elevado del Arte (y lo más difícil) no es hacer reír ni llorar, ni poner cachondo o enfurecer, sino obrar al modo de la naturaleza, es decir, hacer soñar. Por eso las obras más hermosas poseen ese carácter. Son serenas de aspecto e incomprensibles.
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