En mis planes de infancia no estaba escribir sino hablar, soñaba con ser conferencista, ser hábil en el dominio de la palabra y hacer caer en cuenta a mi público, ávido de oírme, de realidades que ellos no podían apreciar. Desde que nací tengo la sospecha de que veo más y analizo mejor la realidad externa que mi prójimo. No me imaginaba ante un público ávido de oírme por mi aire de suficiencia, como si se tratara de un ser dotado de facultades sobrenaturales, sino como alguien ansioso por presentar su particular punto de vista, por pura generosidad. Y desde niña me preparaba para impactar a la gente con mis palabras.
Empecé a leer pensando siempre en ese futuro, pero siendo estudiante de literatura me di cuenta de que la palabra oral no impactaba tanto como la escrita. No lo supe hablando sino asistiendo a conferencias y contemplando el ego malo de esos intelectuales que casi siempre defraudaban a su público porque más que presentar sus ideas se presentan a sí mismos y esperan ser adorados no precisamente por lo que dicen sino por lo que representan.
Escribiendo trabajos académicos descubrí que me emocionaba más plasmando ideas a través de la escritura que discutiendo en clase con mis compañeros, fui consciente de la fragilidad y la redundancia de la palabra oral al lado del poder que todavía conserva el texto escrito y escribía ensayos para ser entregados a mis profesores con la ilusión de que en el futuro fueran publicados en revistas y libros y los publiqué. Era emocionante ver mi nombre en textos impresos pero fue mucho más emocionante lo que vino después:
Desde hace diez años descubrí la escritura en medios digitales y le aposté a publicar sólo en redes sociales. A medida que ha ido pasando el tiempo e ido definiendo mi estilo, los temas y el impacto que espero por parte de los lectores. Aunque las cosas han resultado como las imaginaba hay momentos en los que me perturba la imagen que la gente se crea de la persona que escribe a partir de su escritura y confunde el texto escrito con la persona que se ejercita a través de la escritura. Les cuesta mucho trabajo entender que la escritura no hace a la persona, que son entidades diferentes y bien definidas. La escritura es resultado del cálculo y un ser humano es mucho más que aquello que se le ocurre escribir en un blog o en Twitter. Así de simple.
Hay quien se desespera más de lo necesario y se le pasa por la mente descuartizar a quien escribe en medios digitales sólo porque la escritura en medios digitales aborda temas sensibles que ocurren en tiempo real y afectan de forma contundente la sensibilidad del lector; si comparamos esa escritura con la escritura del pasado -escritura que podía tardar años hasta por fin llegar a los ojos de lector, un lector sometido por el texto y un total desconocido para el autor; un pobre autor que no podía calcular el impacto ni la reacción del público para pensar en la escritura del futuro- es fácil comprender la reacción de algunas personas que toman como ataque personal, injuria, calumnia, delito informático, manifestación de envidia, amargura, falta de afecto, conflictos de infancia o simple resentimiento fruto del fracaso todo aquello que se escriba en tiempo real si no satisface sus expectativas afectivas y la idea preconcebida que tiene de la escritura, más si para abordar esos temas tan delicados se usan recursos tan divertidos para ofender a las persona sensibles y delicadas como el humor, la ironía, el pastiche, la parodia y la exageración.
La escritura de hace diez años era diferente a la de quienes nos aventuramos a escribir en espacios como los blogs y Twitter expresando lo que sentimos, no repitiendo las voces del clamor general sino tratando de expresar un pensamiento genuino aunque por el hecho de expresarlo se nos juzgue como si fuéramos seres insensibles y desnaturalizados. Es maravilloso escribir lo que de verdad pensamos, no lo que los demás esperan que pensemos y, en esa medida, mi sueño de ser conferencista me lo confiere la escritura en redes sociales. Es como si se pronunciara un discurso y la plaza fueran los lectores ofendidos, escandalizados o muertos de la risa con lo que se va publicando. Y, yo, claro, como escritora, espero siempre la reacción del público. Ese es el gran propósito de la escritura en redes sociales.
La escritura en redes sociales es escritura con público, como si se tratara de una plaza. Pero sigue siendo en todo caso, construcción, artificio, y lo que se escriba a través de esos medios no debe ser tomado como expresión cabal de ataque directo en contra de alguien sino como escritura. ¿es tan difícil de entender?
Hay personas a las que les cuesta trabajo creer que aunque quien escribe sea una persona, esa persona no es la misma que se construye a partir de las palabras que selecciona para plasmar en un texto con el propósito de producir un efecto en el lector, la escritura no plasma en todos los casos el carácter de quien escribe. Es un juego, yo lo vivo como un juego. Quien escribe no es la misma persona que habla, en la escritura no está la persona que sonríe, una persona tranquila y de trato cordial, esa soy yo y parte del juego consiste en que mis amigos y familiares leen lo que escribo y juntos sonreímos ante el poder de la escritura consciente y calculada como la mía.
¡Feliz Navidad!
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