El plagio de Catalina Ruiz-Navarro ha sido perdonado y quienes lo denunciamos quedamos como gente sin sentimientos ni sensibilidad, personas que sufren con el triunfo de una persona brillante como ella. Catalina redactó un bonito regaño con muchos visos de erudición dedicado a sus lectores y a quienes dudamos de su integridad como intelectual. Sus lectores fieles quedaron satisfechos -ahora son más fieles que antes del plagio porque descubrieron que su columnista estrella es humana y comete errores como cualquier pobre mortal- y quienes la acusamos aprendimos una bonita lección sobre derechos de autor, inexistencia de una identidad difusa llamada El Autor del Texto, nodo, hipermedia, futurología… Como dicen en la cultura popular, quienes la denunciamos por deshonesta y por subestimar a sus lectores, le salimos a deber. Nos terminó dando clases de ética y de paso nos sacó un poco de la ignorancia que nos carcome.
En Twitter todo es fiesta y mensajes de admiración, parece que el plagio aumentó su número de fans, se materializó un slogan muy colombiano: «Perdón y olvido», aquí no ha pasado nada, que la gran intelectual y pensadora nos siga impactando con sus ideas reveladoras.
Analicemos el regaño de Catalina a quienes dudamos de sus dotes para escribir sin plagiar.
Para comenzar nos encontramos con su biografía, para ella es fundamental presentarse como una intelectual con gran trayectoria profesional antes de dar a conocer sus textos, la biografía sobresale con el propósito de impactar al lector y lo impacta, claro. Recordemos que en Colombia la Educación Superior es para la gente que está dispuesta a empeñar la vida para poder pagarse una carrera y pocos son los arriesgados que se lanzan a ese mundo incierto de estudiar para luego conseguir un trabajo digno del valor del semestre que pagó. Catalina no es ninguna principiante, la biografía es una carta de presentación imponente y quienes no han tenido el «privilegio» de «educarse» en una universidad suelen impactarse cuando se habla en su presencia de títulos profesionales en universidades prestigiosas.
Con ustedes, la biografía:
«Columnista y reportera de El Espectador, Directora y fundadora de Hoja Blanca revista-ONG (HojaBlanca.net) y dicta la cátedra de Periodismo Digital en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Ha trabajado como Oficial de Comunicaciones en Women’s Link Worldwide, como Jefe de Prensa de el Instituto Caro y Cuervo y la Feria Internacional del Libro de Bogotá y como catedrática de Periodismo de Opinión en la Facultad de Comunicación de la Universidad Javeriana. Su trabajo en poesía ha sido publicado en revistas como Viacuarenta y El Malpensante. Maestra en Artes Visuales con énfasis en Artes Plásticas y Filósofa de la Univesidad Javeriana. Tiene una Maestría en Literatura de la Universidad de Los Andes. Barranquillera».
En el primer párrafo dice: «No es la primera vez que se me escapa algún error, los ritmos de producción son rápidos, casi que industriales». ¿Cómo pretende ser la brillante columnista que nos ha querido hacer creer que es si trabaja al ritmo del capitalismo salvaje y los salarios miserables? El exceso de trabajo es algo que debería hacerla sentir mediocre antes que justificar «el error» como parte del afán por entregar textos para tres o cuatro medios para los que trabaja tal vez porque padece el terrible miedo al vacío; tal vez vive con la ilusión de que más es más porque no sabe que más es menos, no tiene tiempo para pensar porque siempre está ocupada trabajando. Más es menos, más trabajo es más miedo, menos vida, menos reflexión, menos brillantez, menos lectura, menos profundidad y más vacío y miseria existencial. El trabajo intelectual, la producción intelectual y la redacción de textos exigen meditación y revisión permanente, un Bachiller lo sabe.
Más adelante escribe Catalina: «Lo más frustrante de toda la historia es que el nombre de Lisa Wade sí aparece en el artículo en la versión original que publiqué, con lo cual la acusación de plagio resulta doblemente ofensiva». Es ahí donde empieza el regaño para nosotros los insensibles que nos tomamos por seres perfectos que nunca cometemos errores y creemos tener algo llamado ideas propias. Acepta que cometió un error -un plagio- (ella usa la palabra error para referirse al delito llamado plagio con el propósito de hacerlo parecer menos grave de lo que es). Dice que olvidó poner «algunas» comillas, que este triste incidente le servirá para educar a sus estudiante bajo el precepto de que se aprende de los errores, pero en todo caso está muy ofendida con quienes detectaron la omisión de las comillas y el parafraseo en su texto, está doblemente ofendida con quienes la acusan de deshonesta.
A medida que avanza se pone más furiosa con nosotros los insensibles: «si no creen que soy honesta, al menos no piensen que también soy estúpida». Yo creo que Catalina Ruiz-Navarro sí es bastante estúpida: ha pasado los últimos tres días de su vida justificando sus «errores» desde Twitter y a través de «comunicados» cada vez más extensos y más furiosos para hacernos creer que está muy indignada cuando en realidad debe estar muy asustada y muy avergonzada; se empeña en convencernos de que es la más honesta de las honestas. Catalina: cuando una persona es honesta no lo dice ella misma, lo dicen los demás. La versión más distorsionada de una persona es la que hace ella misma y los genios, los verdaderos genios, pasan su vida divagando sobre si son genio o son estúpidos. Sólo los estúpidos están seguros de su genialidad.
En la segunda parte de la respuesta larga Catalina es mucho más erudita que en la primera y el tono es mucho más arrogante. Nos da a entender que conoce muy bien las teorías textuales e hipertextuales de la modernidad, la modernidad tardía y la postmodernidad. Esta segunda parte debe ser la más impactante para su lectores fieles, quienes la toman por una gran intelectual. La mayoría de estas almas nobles no deben entender mucho de lo que Catalina expresa en tono intelectual iracundo pero les debe parecer digna de ellos porque es evidente la hondura y la profundidad intelectual. Catalina es digna de confianza, debemos seguir leyéndola, eso debe pensar el inocente lector de textos complejos como esta gran segunda parte de la Respuesta Larga.
Catalina Ruiz-Navarro: acepta de una vez por todas que lo tuyo fue un plagio infame que ya corregiste y que lo quieres hacer pasar por un simple error, ni siquiera como una locura de juventud. Al presentarlo como una suma de errores y no como un plagio estás reafirmando la idea de que no sólo no respetas el trabajo intelectual de los demás sino que, además, y como si fuera poco, eres terca, arrogante e intransigente.

Etiquetas: arrogancia, Catalina Ruiz-Navarro, escritura, interpretación, lectura, periodismo, plagio, sentimientos
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