Un día por bromear busqué mi nombre en el catálogo de la biblioteca Luis Angel Arango y encontré dos registros. Quería pedir esos documentos para préstamo externo con la intención de saber qué trato le dan los lectores a esos textos, el nivel de deterioro de las páginas y los comentarios anotados al margen. Me encontré con una agradable sorpresa: estaban prestados. Llevo más de un año tratando de verlos y siempre están prestados.
¿Cuáles son esos textos tan deseados por los lectores de la bloguera más famosa y leída de Colombia?:
La monografía que escribí para graduarme en la Universidad Nacional de Colombia y la monografía que escribí para graduarme en el Instituto Caro y Cuervo. ¿Cómo llegaron esos trabajos a la biblioteca? No sé. Fueron requerimientos académicos para ser Profesional en Estudios Literarios y Magíster en Literatura Hispanoamericana. El primero es sobre Luvina, un cuento de Juan Rulfo, y el segundo es sobre Fernando Vallejo y Ricardo Cano Gaviria. Ninguno de esos trabajos fue escrito por placer, los escribí como requisito para graduarme. Yo quería ser autodidacta, mi Universidad será siempre la biblioteca Luis Angel Arango, es allá donde he pasado la mayor parte de mi vida, el sitio con el que he sido más constante y fiel, es una de las grandes ventajas de vivir en Bogotá: ir a esa biblioteca y no a otra cada quince días para pedir tres libros en préstamo externo.
Estudié porque es más fácil vivir la vida con títulos académicos de instituciones prestigiosas pero en ninguno de esos dos trabajos encontrarán la pasión que me caracteriza, el estilo y la erudición de los ensayos que escribí después y publiqué en revistas de circulación nacional e internacional.
Esos dos trabajos los escribí bajo la supervisión de Fabio Jurado y Hélène Pouliquen, dos pesos pesados en el arte de dirigir trabajos de grado. Ellos y yo hicimos lo posible por escribir algo digno de nuestro jurado, nada pretencioso, nada digno de ser leído en el futuro por admiradores de la autora; cuando los escribí no los imaginaba en el catálogo de la biblioteca Luis Angel Arango, esa es la verdad pura y simple. Lo que imaginaba mientras escribía era el diploma para guardar luego en la bolsa de manila gigante. Ahí están guardados esos dos diplomas y las actas de grado.
La redacción de las monografías fueron la base para aprender a escribir textos extensos y rigurosos, pero lo más bello, lo mejor, es lo que viene después. Los ensayos están publicados en revistas digitales, revistas chilenas, mexicanas, españolas… lo demás está todo en el blog que empecé a usar como medio de expresión desde 2007. A partir de ese año no volví a publicar en otro medio que no fuera ese, es una apuesta arriesgada pero ha valido la pena. Más de 1000 visitas diarias no son poca cosa, es imposible que mil personas pasen los ojos diariamente por el mismo libro. Esa es una de las grandes ventajas de publicar sólo en internet.
Me gusta publicar sólo en el blog y compartir lo escrito en Facebook y en Twitter, pero me siento culpable con los lectores de libros, que son los lectores más apasionados. Parece que los lectores fieles de la biblioteca Luis Angel Arango piden a gritos leer un libro mío y al no encontrarlo se conforman con un tonto trabajo de grado, eso es triste y conmovedor. No es justo con ellos.
Si usted es editor y quisiera publicar una selección de ensayos, poemas, pastiches, parodias, o un poco de todo eso, espero su propuesta. Pensemos en los lectores, sólo en los lectores. Por ellos me animo a exponerme al público, a ferearme en la vitrina de cualquier librería al lado de los autores mediocres que abundan hoy más que en cualquier otro momento de la historia. Los lectores de libros merecen subrayar los textos, mirar el índice, ilusionarse con los títulos. Yo todavía lee más libros que textos en versión digital, todavía voy cada quince días a la biblioteca con la ilusión de perderme en las páginas de un libro.
Si le interesa complacer a ese público ávido no dude en escribirme a esta cuenta de correo: elsyrosas@gmail.com. No lo haga por mí, hágalo por ellos (y de paso se puede ganar una buena plata). Sospecho que mi nombre es vendible.
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