Los colombianos nacidos en Bogotá vivimos con la sensación extraña de sentirnos cosmopolitas cuando compartimos con personas nacidas en un pueblo mucho más pequeño que el nuestro, gente que habla de Bogotá -de La Capital- como si de un sueño se tratara, un sueño difícil de alcanzar pero por el que vale la pena luchar, aunque en el trance el aspirante a bogotano pueda terminar sumido en la desesperación, la autocensura y la indigencia, en la negación de lo propio por el deseo de mostrarle a los demás y a sí mismo que vivir en Bogotá es como ser bogotano.
La idea de ser bogotano es una idea creada fuera de Bogotá y la gente que ha soñado con estar aquí la materializa. En Bogotá vive muy poca gente nacida en Bogotá, el bogotano nacido en Bogotá es un poco bobo, su seriedad y sequedad no son producto de la elaboración sino del asombro.
El bogotano casi siempre se relaciona con otros bogotanos que contemplan con asombro cómo los nuevos bogotanos representan su idea preconcebida -desde un pueblo o desde una ciudad mucho más pequeña- de lo que significa ser bogotano en Bogotá. Para quien ha nacido en Bogotá esta pobre ciudad sobrevalorada no representa lo mismo que representa Bogotá para la gente que llegó aquí con la idea de ser cosmopolita, moderno, globalizado, educado, dispuesto a recibir ofertas culturales y mucho mundo.
Para los bogotanos nacidos en Bogotá la idea de ser bogotano no tiene nada que ver con la recreación de esos imaginarios. Bogotá es más bien una ciudad cada día más invivible que expulsa a los bogotanos bobos que no soportan el ritmo frenético de los nuevos bogotanos que quieren triunfar en Bogotá y a costa de mucho esfuerzo logran arrinconar al bogotano que no está muy dispuesto a competir con uñas y dientes por aquello que, se supone, es suyo y debe defender. Muchos bogotanos prefieren hacerse a un lado en esa lucha a muerte y terminan viviendo en pueblos, ciudades pequeñas o en el exterior.
Bogotá no es una gran ciudad, es una ciudad muy grande y muy desordenada poblada mayoritariamente por campesinos de todo el país que desde el comienzo de los tiempos ha sentido que vivir en Bogotá es tener un pedacito de cielo aunque se trate de la zona más deprimida de esta pobre ciudad. Cambian mar, brisa, llano, montañas, naturaleza por contaminación, por supuesta calidad de vida, por el sueño de conquistar un nuevo mundo, el mundo civilizado.
Y las capitales no han sido eso, en la historia del mundo? no conozco Nueva York la imagino , no conozco Tokio, la imagino, no conozco París la imagino, a las capitales hay que imaginarlas o simplemente ser victima de las ciudades capitales.
Creo que usted está trabajando bajo el supuesto que los no-bogotanos que viven en Bogotá aprecian la ciudad, y eso no es necesariamente cierto. Para muchos provincianos la ciudad se les presenta como una obligación, como una imposición, lo que se manifiesta en la nostalgia constante por sus platos y paisajes típicos, así como en las múltiples críticas que le hacen a la ciudad que los acoge. Eso es distinto a «vivir un sueño», estos provincianos no dejarían sus tierras si allá tuvieran universidades y/o trabajos decentes, como todos los inmigrantes, tal vez.
Me gustó eso de que «La idea de ser bogotano es una idea creada fuera de Bogotá y la gente que ha soñado con estar aquí la materializa», lo que me lleva a la pregunta de qué es lo «típicamente bogotano» y si aquello existiría sin la presencia de estos visitantes (e.g. chocolate con almojábana en La Florida). Por su puesto, hay que tener en cuenta la contraparte de provincianos que parecen odiar a Bogotá y sus habitantes que se encargan de las ideas poco lisonjeras sobre esta ciudad (e.g. la antipatía bogotana).
No me gustó eso de que «El bogotano casi siempre se relaciona con otros bogotanos que contemplan con asombro cómo los nuevos bogotanos representan su idea preconcebida (…) de lo que significa ser bogotano en Bogotá». Es estadísticamente imposible que un bogotano se relacione solo o mayoritariamente con sus paisanos bogotanos pues como usted menciona «En Bogotá vive muy poca gente nacida en Bogotá», y las dinámicas laborales y sociales no permiten de ninguna manera esa dinámica. Para el grueso de los bogotanos, por lo menos la mitad de sus amigos no son de Bogotá, incluyendo sus padres que probablemente son de alguna provincia.
Estoy de acuerdo con el comentario anterior, lo único que podría añadir, es que también existen entre los nuevos bogotanos, esos otros habitantes que no son precisamente provincianos que han soñado con «la gran vida» que ofrece la capital colombiana, sino que mas bien residen allí por cuestiones laborales y/o personales. Habitantes que sí saben lo que es una ciudad cosmopolita y civilizada y que se relacionan no solo con otros nuevos bogotanos o rolos, sino con cachacos que jamás se atreverían a lanzar opiniones que rayen con lo ofensivo con respecto a los no bogotanos.
Usted lo ha dicho «Bogotá no es una gran ciudad, es una ciudad muy grande y muy desordenada» que nada tiene que ver con un Copenhagen o un Berlin y que antes de llamarse civilizada, debe empezar por educar a sus habitantes (de todas las categorías) en cosas básicas como hacer el uso adecuado de un transporte público o no echarle el auto encima a un peaton.
Bogotá es una ciudad llena de oportunidades, desordenada y todo, pero es la ciudad de los colombianos. Muchos la critican, pero es lo que nos representa y no por eso tiene que ser mala.
Vivo en el Llano, un lugar muy hermoso. Pero, para todos aquí Bogotá es algo más que caos. Bogotá para los niños es un lugar mágico, su clima, su inmensidad, el trajín de la ciudad es algo muy curioso para aquellos infantes que están acostumbrados a la quietud de un pueblo o mejor aún el campo; para los jóvenes significa oportunidades, el lugar donde están todas las universidades, donde se cree que es el lugar idóneo para empezar tu vida sino se quiere ser más que un campesino reproductor y tomador; para los adultos y viejos la encuentran como un martirio porque ellos, generalmente, no es que gusten de ir pero es el centro de todo, donde se pueden conseguir desde repuestos en general a las atenciones médicas especializadas que sólo se encuentran allí.
Soy bogotano y empecé a entender la importancia de esta ciudad cuando la dejé, aunque no es algo de extrañar. Todos estos sentimientos claramente son culpa del centralismo bogotano. Es inconcebible pensar que para casi cualquier cosa que se quiera hacer, toque ir hasta la dichosa ciudad. Es verdad, lo que dicen los comentarios «para muchos venir es un fastidio, o para otros es un sueño a alcanzar» pero hay verlo así: Es la misma situación en la que se ven muchos latinoamericanos cuando piensan en Europa. Muchos sentimientos a favor y en contra del viejo continente.
Sin embargo, hay que admitir que Bogotá es una ciudad muy bella y eso nos hace orgullosos de ésta.