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El amor en tiempos de Twitter

4 Mar

Hace diez años yo decía de memoria: «Lo que uno piense del amor es, en el fondo, lo que más profundamente piensa del sentido de lo que somos y de lo que nos rodea.» y me sentía seria, profunda, erudita y sensible al decirlo. Creía en mi propio discurso.

Ahora no sé qué pensar, diez años fueron suficientes para cambiar mi idea del Amor (sin contar con que hace diez años recién me arriesgaba a publicar mis cavilaciones sobre el amor, el arte y la melancolía, mis reflexiones más sublimes y mejor pensadas en medios digitales. Sí, en medios digitales).

No es lo mismo publicar ensayos de cien páginas en  revistas indexadas que publicar un post de veinte renglones en un espacio que bien puede ser creado y administrado por cualquiera, ¡por cualquiera! Pero bueno,  la cita de hoy es para hablar del amor en los tiempos de Twitter, no para hablar de escritura.

El amor es una de las experiencias humanas más complejas, no es un sentimiento ni una sensación sino la suma de sentimientos y sensaciones manifiestos de manera simultánea y a veces contradictoria: la alegría se convierte o lleva consigo aparejada la tristeza,  el amor  más profundo puede acabar sumido en la más dolorosa indiferencia, la realización del deseo conduce al hastío y  en los periodos durante los cuales  la  experiencia amorosa se vive sin situaciones que la perturben,  la plenitud se acompaña del  miedo a la pérdida definitiva  del ser amado, la muerte o la ruptura  se vislumbran como hechos posibles. Si se ama intensamente la vida no puede ser concebida sin la presencia del otro.

Todo lo expresado en el párrafo anterior es cierto y lo seguirá siendo para quienes no tienen cuenta en Twitter y no han gozado de chats, foros, blogs y Twitter, especialmente de Twitter. Para quienes nos hemos contaminado con esas experiencias virtuales el amor no es el mismo amor, es un amor menos  dramático, más promiscuo  y más divertido también.

El amor es una ilusión, una ilusión muy persistente que se alimenta de palabras, de la idea distorsionada que nos hemos creado en la mente de una persona que creemos sacada de un mundo perfecto. Todo amor es amor virtual y cuando vivimos el amor en espacios virtuales es todavía más engañoso porque ese amor está hecho casi sólo de palabras y las palabras suelen seducir más que nada cuando sentimos que ese sentimiento nuevo nos envuelve.

En internet  el cuerpo  termina sobrando y el deseo de ese cuerpo también. La cita de los enamorados virtuales  se puede concertar cada noche sin presencia física, sin aliento, se trata de un juego peligroso para las personas que saben leer y escribir y además les gusta la literatura, es un erotismo más sofisticado que el erotismo de motel. En el amor virtual no se agotan los recursos del cuerpo sino de la palabra, del placer de seducir y de hacerse esperar mientra llega el siguiente tuit.

El amor puede experimentarse como realidad, deseo, recuerdo o ensoñación, surge como necesidad para aliviar la soledad, como anhelo de plenitud, felicidad o realización personal y los millones de tuiteros que cada día se sientan frente a la pantalla están buscando  amor, reconocimiento a través de la aprobación ajena, están tanto o más desesperados que el enamorado de antes de la red.

El enamorado de un amor virtual bien puede cantar como cantaban los enamorados del pasado:

«Oh, tú, que ocupas en mi cuerpo el puesto del espíritu,
no pienses que estoy libre del insomnio y de cuidados.
¡Que Dios te guarde del insomnio,
de la inquietud
y de la tristeza que padezco!
Por ti mi pena se renueva y no se extingue,
rompe mi corazón
y corta el nudo de mi entereza.
No tengo ya resignación de perderte,
resignación que enciende la inquietud en mi costado,
lo mismo que una madre
no se resigna a perder a su hijo»
Al-Wassa.

El amor convencional se basa en el amor carnal, no se materializa sin cuerpo y el cuerpo del ser amado termina por producir hastío en el enamorado del amor, de las palabras, de la ilusión muy persistente:

«¡El amor! Pero, ¿qué es por tanto el amor? ha sido poetizado para uso de los necios. Una vulgar necesidad periódica, una chillona ley de la naturaleza, de la naturaleza eterna que reproduce y se multiplica, una inclinación brutal, un carnal cruce de sexo, un espasmo ¡Nada más! Pasión, ternura, sentimiento, todo se limita a eso.»  Petrus Borel.

A través de su queja Borel parece anhelar la realización de  algunos valores del amor «elegante»  promulgado por la  tribu preislámica  Banú Udra (hijos de la virginidad), celebrada por Al-Wassa en El libro del brocado, asimilada por los poetas provenzales y algunos  románticos y ahora por millones de tuiteros. El amor, desde esta perspectiva, no debería ser un «carnal cruce de sexo» sino  perpetuación del deseo, de gozo en el sufrimiento, en la sensación de que el objeto amoroso está próximo y lejano, es caprichoso y majestuoso, humano pero con un halo de divinidad; se trata, en últimas, de un sentimiento que alberga contemplación y deseo y por encima de todo idealización del amor, concebido como la experiencia que  le concede mayor vitalidad al ser humano:

El amor es uno de los preceptos fijos  de los hombres discretos …  es el comportamiento más hermoso de los hombres corteses y nobles… Un hombre cortés no puede estar libre de pasión ni desnudo de languidez, porque la pasión tal como la han descrito los sabios y como lo dicen los filósofos, es la primera puerta a través de la cual se abren las mentes y se ensancha el espíritu, y tiene una intensidad en el corazón por la que vive el alma. (Al-Wassa. 1990: 76).

El amor es una de las pocas experiencias capaces de transformar el comportamiento de forma radical:

Da valor al cobarde, hace generoso al avariento y elocuente al mudo, da fuerzas de decisión al indeciso… El poderoso se humilla ante la pasión y el orgulloso se somete; por el amor aparecen los secretos ocultos y se dejan llevar los reticentes, pues es un príncipe obediente y un jefe al que se sigue (Al-Wassa. 1990: 75).

Gracias al amor el enamorado  ve más claro en sí mismo, la oscuridad desaparece de  los actos y los pensamientos, el tuitero se esfuerza por escribir con corrección, con tildes y comas, sin errores de ortografía, con coherencia y cohesión. Una frase bien construida y celebrada con doscientos favs puede desencadenar dos o tres espasmos en los lectores de ese tuit, provocar un encuentro futuro a través de mensajes privados, que es el canal perfecto para los enamorados, es la fuente encantada, el lugar mágico -porque es privado-y los enamorados buscan privacidad para conocerse mejor.

El amor carnal puede ser superado por el amor virtual:

«Mi mente está para apreciarte,
mis ojos para verte,
mis oídos para llenar todo mi ser con
tus alabanzas.
Me gustaría hacer de mi mente una
abeja negra
y entronizar tus pies en mi mente,
y en mi lengua libar el Néctar de tu nombre.»
Ravi Das

Cuando se supera el amor carnal es posible establecer relaciones amorosas más satisfactorias y plenas   con otras personas o con Dios (concebido fuera de costumbres, credos o rituales específicos). En este tipo de experiencias las sensaciones son más elaboradas en la medida en que el objeto amoroso  tiene la potencialidad de  conducir al enamorado por encima de sí mismo, siempre que esté dispuesto; cuando la experiencia amorosa y la mística son muy profundas suelen confundirse, el Amado de los místicos podría equipararse con un   profundo amor entre tuiteros, una locura maravillosa, una experiencia espiritual, lo más noble del ser humano, su palabra, su deseo y su admiración:

El místico  Ravi Das le canta a su Amado:

Oh inquieto corazón, ven, lloremos,
retorzámonos de dolor,
¿ Para qué pensar en dormir
Esta es una noche que no tiene amanecer.

Para Mira Bai:

Esta angustia de la separación me atormenta,
y el tiempo pasa sin que el sueño
me dé alivio en toda la noche.

Uno de los enamorados citados en El libro del brocado dirá, de manera muy cercana a la expresión de los místicos citados por Darshan Singh (1998):

Tú  que yaces enfermo y torturado por la pasión,
también conozco yo los sufrimientos del amor.
Quien conoce el amor pasa insomne la noche
y el corazón enamorado se le escapa del pecho.
Es el amor una dolencia
que anida en las entrañas, en el pecho.
No se puede ocultar el amor, aunque se intente.

En este tipo de relaciones la calidad de la experiencia no depende del otro, que es inmenso, inalcanzable, sino del enamorado, de hasta dónde puede llegar para hacerse uno con su ideal. Millones de tuiteros han dejado de dormir las ocho horas ideales, pasan sus noches leyendo, escribiendo y pensando en su eterno amor virtual, el del momento, el último, el que todavía no se extingue, es una especie de monje incapaz de conciliar el sueño porque el amor y la congoja lo consumen. En términos modernos se llama ciberadicción, pero los psicólogos saben muy poco del loco amor virtual.

Bibliografía

Al-Wassa. El libro del brocado (la elegancia y los elegantes).  Madrid: Alfaguara. 1990.

Diego de, Rosa; Vázquez, Lydia (eds). Humores negros. Del tedio, la melancolía, el esplín y otros aburrimientos.  Biblioteca Nueva: Madrid. 1998.

Font, Jordi. Religión, psicopatología y salud mental. Barcelona: Paidós. 1999.

Galmés de Fuentes, Alvaro. El amor cortés en la lírica árabe y en la lírica provenzal. Madrid: Cátedra. 1995.

García Alonso, Rafael. Literatura filosófica. Madrid: Siglo XXI. 1995.

Sádaba, Javier. El amor contra la moral.  Madrid: Prodhufi. 1993.

Singh, Darschan. Corrientes de néctar. Vidas, poesías y enseñanzas de santos y místicos. Medellín: SK. 1998.