– Soy fea, a nadie le importo.
– Sí, le importas a alguien.
– ¿A quién?
– A la Legión de orcos que ansiosos esperan tus órdenes.
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Virginia Mayer lo hizo de nuevo, logró que mis ojos se posaran sobre una de sus famosas revelaciones y, de nuevo, voy a escribir sobre lo que ella escribe. Virginia nos confiesa sin rubor que se masturba desde niña con peluches, almohadas, colchones, dedos, manos… De grande goza también con su juguetería importada.
¿Por qué tenemos tan pésimas columnistas en Colombia? ¿Por qué tantas mujeres jóvenes recién egresadas de carreras de literatura, politología, mercadología y relaciones internacionales posan como las más irreverentes en sus columnas de opinión? ¿Son mujeres muy jóvenes y debemos ser condescendientes y comprensivos con ellas? ¿Por qué se ocupan tanto de temas tan irrelevantes como las prácticas sexuales públicas o privadas y hacen de esas prácticas un gran acontecimiento periodístico, una revelación de su idea de rebelión, de liberación femenina y apertura mental?
Para Carolina Sanín el sexo debe ser antiestético.
Para Catalina Ruiz-Navarro la liberación de la mujer es proporcional a la cantidad de amantes de cada fin de semana.
Para Virgina Mayer el sexo lo es casi todo en su vida y pretende modernizar a Colombia narrando con lujo de detalles sus experiencias con hombres y mujeres. Ella lo llama Sexo a la carta, yo lo llamo falta de un amante que también la ame y que goce tanto con ella, hasta que los dos entiendan que el sexo no es lo primero en la vida sino lo tercero o lo cuarto. Virginia necesita ser saciada, no tanto de sexo sino de afecto, de amor, de caricias, de mimos.
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Señores, señoras, niños y niñas, el sexo no es ningún gran acontecimiento, es una de las actividades más efímeras que vive el ser humano a lo largo de su miserable existencia. Dura más el deseo que la realización y cuando tienes una pareja estable con la que puedes gozar de los placeres de la carne, el sexo pasa a un merecido tercer plano, después de comer, beber, dormir y conversar. El sexo es un gran acontecimiento para quien ha pasado por prolongados y dolorosos periodos de soledad y todas las miserias asociadas a esta sensación o para quien no ha tenido un amante diestro que lo convenza después de siete años de que el sexo es una actividad repetitiva, puede llegar a ser más excitante hablar, comer o burlarse a costa de gente estúpida.
El sexo es el sexo, un acto básico, elemental, animal, limitado por el cuerpo.
Columnistas jóvenes: vivan la vida, gocen a su manera, sean vírgenes, promiscuas, lesbianas, sadomosoquistas… sean lo que quieran, administren su cuerpo según sus creencias, pero no pretendan darnos clases de educación sexual. Aprendan a escribir, crezcan, pulan el estilo, no se repitan, no pretendan armar una revolución mental cada fin de semana. Sabemos que necesitan sobrevivir, sabemos que necesitan ser aplaudidas por inteligentes, críticas, creativas, feministas, necesitan ser aplaudidas, necesitan reafirmarse cada fin de semana, todos lo sabemos. Traten de hacerse dignas de mí, tal vez esa petición las obligue a pensar si vale la pena seguir escribiendo columnas de opinión.
Es increíble lo lúcida que usted puede ser a veces (a pesar de la cantidad de basura que escribe en twitter). Su descripción de las columnistas, sobre todo de V. Mayer, es brillante.
Gracias, se hace lo que se puede.
De acuerdo, el sexo va despues del beso,es unidimensional, sensacionismo (en el sentido de Pessoa), la primera hilera hacia la construccion de lo que sí tiene dimensión, lo real que se materializa en el dar y recibir