Hace diez años estaba terminando el segundo año de la maestría en Literatura Hispanoamericana en en Instituto Caro y Cuervo, en ese tiempo el director del Insitituto era el profesor Ignacio Chávez Cuevas y mi directora de Trabajo de Grado la profesora Hélène Pouliquén. El titulo de la monografía es Dos tomas de posición en el campo literario colombiano actual: Fernando Vallejo y Ricardo Cano Gaviria. Ricardo Cano Gaviria vino a Colombia a un Congreso organizado por el Instituto Caro y Cuervo y allí lo conocí, le hice saber que me interesaba estudiar su obra y él se puso a mi total disposición para colaborarme. El viajó a España y yo me quedé en Colombia, nuestra “amistad” fue virtual y a través de unos inocentes e-mail se desató una historia que vale la pena volver a recordar:
1. Cuando lo conocí el trabajo no había avanzado mucho y la imagen que yo tenía de él y de su obra era muy favorecedora.
2. A medida que pasaba el tiempo y yo ahondaba en el estudio de la obra de los autores descubría que Fernando Vallejo era quien me sorprendía más -de manera positiva, claro- y eso a Ricardo cano Gaviria le molestaba mucho.
3. Llegó un momento en el que él tenía claro que yo no iba a “defender” su obra ni su toma de posición y optó por hablar con el director del Instituto Caro y Cuervo para que me sancionaran por “atacarlo”.
4. Yo tuve que dar cuenta de lo que estaba haciendo y defender mi trabajo, poner en claro que la honestidad intelectual y la rigurosidad deben estar por encima de la amistad, si es que se podía llamar amistad a un intercambio de correos electrónicos con una persona a la que vi sólo dos veces.
5. Las cartas de Ricardo Cano Gaviria se hicieron más extensas, agresivas, nerviosas, insistentes, tanto que cada vez que las leía veía un relato epistolar con inicio, nudo y deselance, estaba segura de que las haría pasar por ficción.
6. Las publiqué cambiando los nombres de los dos para que las Cartas no se vieran como una simple pelea entre un escritor y su crítica.
7. Titulé la colección de cartas con un nombre muy diciente para mí en esa época: Cartas del inquisidor, las envié a la revista Crítica y las publicaron. Anoche, para sorpresa mía, noté que las cartas fueron borradas, sospecho que Ricardo Cano Gaviria descubrió ahí su pluma, pidió que fueran retiradas y las retiraron.
8. La obra de Ricardo Cano Gaviria dejó de interesarme desde hace unos cuatro o cinco años, lo último que leí de él fue El hombre que rezó a Baudelaire.
9. Di por terminada nuestra disputa hace mucho tiempo pero tenía claro, me lo había prometido, que diez años después de haber iniciado nuestro intercambio epistolar yo explicaría los detalles y le cambiaría el título al “cuento”:
Las cartas que a continuación transcribo fueron enviadas a mí -vía internet- por Ricardo Cano Gaviria (un escritor colombiano radicado en Barcelona desde hace más de treinta años) mientras yo escribía una monografía sobre literatura colombiana contemporánea. Pueden ser leídas como un relato epistolar con visos literarios (no precisamente gracias a mis dotes como artista) o como una serie de fragmentos de cartas inéditas publicadas sin autorización de su autor.
¿Las cartas pertenecen a quien las envía o a quien las recibe? Yo, como es obvio, creo en la segunda opción y acepto como justos los reproches que me hagan quienes conozcan y aprecien las obras de Cano Gaviria y con mayor razón los de sus amigos colombianos; seguramente -y por paradójico que pueda parecer- serán ellos los primeros en sorprenderse cuando lo descubran en ataque directo en contra de una estudiante a quien no era necesario intentar eliminar en una lucha tan desigual.
Las coléricas mudanzas de mi corresponsal se instalan entre lo sublime y lo ridículo (no sobra recordar que “de lo sublime a lo ridículo sólo hay un paso”) y en los momentos de mayor desilusión reveló lo que apenas se insinuaba en las primeras cartas. A medida que aumentaba su irritación eran más notorias las semejanzas entre su escritura y la de algunos personajes de sus novelas, este detalle me puso sobre aviso y entonces decidí publicar las cartas para compartir mi hallazgo con los lectores.
La selección parte del siguiente principio: se le da prelación a lo literario sobre lo biográfico, a las ideas sobre las acciones y a las acciones sobre las personas; en pocas palabras, los lectores no encontrarán detalles de la vida privada del escritor, sino apenas una síntesis de ideas que se podría resumir a través del siguiente interrogante, pensando siempre en los argumentos de Cano Gaviria: ¿es posible hacer crítica literaria cuando el crítico se pone en contacto con el autor de la obra que estudia y éste, de manera generosa, se ofrece para ayudarle a interpretarla sin ningún tipo de “interés”?
En las últimas cartas Durán se empeña en insistir en que yo no leí una de sus galardonadas novelas, bajo este argumento crea una serie de ficciones y comentarios que sólo podrían surgir de una mente tan talentosa como la suya. La otra ficción creada por Durán consiste en suponer que yo trabajo con un grupo interdisciplinario y tengo asesores de imagen.
Septiembre 2 de 2001
Querida Elsy,
Al fin he recibido tu mensaje, estando ya de regreso en casa, y sólo he podido leerlo parcialmente porque aparece con muchas letras cambiadas.
Me limito a decirte ahora que todo lo que me cuentas acerca de tu interés por mis obras publicadas es muy estimulante para mí. Acerca de tu intención de utilizar la primera edición de mi novela para tu trabajo, es perfectamente legítima, pues una vez publicados los libros pasan a un dominio en el que el autor sólo puede hacer recomendaciones… es un derecho tuyo hacer lo que más te convenga. Entiendo, por otra parte, que dispones de poco tiempo para entrar a comparar las dos versiones. Finalmente, si puedo ayudarte en algo cuenta conmigo y no dejes de comunicármelo.
Septiembre 16 de 2001
… Escribir cartas puede convertirse en una actividad compulsiva, perversa y hasta peligrosa. Al final de la novela se alude a esos enfermos epistolares que hacen reales sus fantasías en sus cartas; si se añade esto a la idea de que la carta en la novela es la base de un voyerismo, de un mirar en la intimidad ajena y que el juego consiste en entrar a saco en el otro, pero considerado como un juego de moda, es decir, como algo aceptado aunque irregular, tenemos la base para plantear la praxis misma de la escritura como un acto perverso…
Por otro lado, creo que en la novela hay muchas cosas anormales o perversas, pero en el caso del personaje que mencionas, que actúa como catalizador de las desviaciones ajenas, su desviación tiene que ver con su defecto físico…
Finalmente, ten en cuenta que al decirte estas cosas yo actúo, más que como autor, como lector de mí mismo, actividad que es un poco anómala…
… Creo que hay que tener una perspectiva sobre lo que se escribe, y en mi caso creo que no la tendría si escribiera sobre hechos más actuales. Es más fácil llegar a ellos a través del periodismo, y no quiero caer en la trampa de utilizar a la novela como un sucedáneo del periodismo, o viceversa. Pero lo decisivo aquí es la perspectiva; el ejemplo de los clásicos de siglo XIX es fundamental; tanto Flaubert como Stendhal tuvieron que esperar a tener una perspectiva que les permitiera ver los hechos en pasado cuando quisieron ocuparse de algunos que habían vivido ellos mismos, como fueron la revolución del 48 y las guerras napoleónicas…
¿Los escritores que en Colombia escriben sobre el narcotráfico posiblemente son mejores que Flaubert o Stendhal, por no haber tenido que guardar esta regla? El tiempo lo dirá.
Octubre 18 de 2001
Estimada Elsy,
Estoy desolado… Te había escrito un larga carta y se me borró. Ahora no puedo reconstruírtela. Te la resumo telegráficamente: acerca de tu desconcierto por mis opiniones sobre lo que escribo, te decía que no tiene razón de ser; utiliza lo que te digo cuando te sirva y cuando no, lo dejas de lado y ya está.
Tus cambios se deben quizá a que esperas que los personajes sean totalmente negativos o totalmente positivos; pero la verdad es que tienen los dos signos, porque están vivos.
Noviembre 13 de 2001
Querida Elsy,
… Cuando escribí la novela no pensaba en ese cuadro, sino en otro. Luego, al revisarlos todos reparé en el que mencionas, que ya conocía, y supe que estaba inspirado en un caso real, de una joven que se volvió loca por amor, pero sin pensar en ese poema, que no recuerdo haber leído, esa es la verdad pura y simple.
De todos modos, aunque eso haya sido así, creo que no invalida tu interpretación, que me parece muy sugerente… En última instancia, esa interpretación y la que parte del poema no se contradicen y hasta es posible que en última instancia se apoyen.
Enero 11 de 2002
Querida Elsy,
Espero que estés bien.
Ah, no se me había ocurrido que pensaras en las otras cosas mías.
Tienen en común que no se parecen a nada de lo que se escribe en Colombia, he ahí un bonito tema.
Febrero 13 de 2002
Querida Elsy,
Disculpa que esta vez haya tardado tanto en responderte. Te prometo que en cuanto pueda te mandaré todo lo que encuentre sobre mi “biografía”, si así puede llamarse…
Mientras tanto, opino que eres muy generosa al ocuparte tanto de mis escritos… Espero que te encuentres bien y con ganas de trabajar…
Por cierto, ¿Cuál es el trabajo que te quita tanto tiempo?
Me gusta saber de la gente que tengo cerca…
Febrero 26 de 2002
Querida Elsy,
Nosotros empezamos a estar bien después de unos días bastante difíciles; aún no he podido mirar nada acerca de mi biografía… Hay una entrevista que salió en la televisión de Colombia en la que menciono algunos detalles; no sé si tienen mucha importancia; yo creo, en ese punto, que hay dos tipos de escritores; los que tienen biografía y los que no; en el primer caso Conrad, en el segundo Borges; si Conrad no hubiera sido hombre de mar, no hubiera podido escribir las novelas que escribió; pero nadie imagina que Borges hubiera debido tener grandes experiencias para escribir lo que escribió…
De todos modos, la línea divisoria a lo mejor no es tajante y se admiten ejemplos en los que se mezclan los dos modelos; pero yo estoy en este punto sin duda más cerca de Borges que de Conrad…
Abril 7 de 2002
Querida Elsy,
Espero que estés bien.
No recuerdo exactamente tu último mensaje, creo que me hablabas de la publicación de un texto sobre mis obras en una revista mexicana. Espero que me mandes una copia, o al menos una fotocopia.
Yo estoy desde hace días calentando motores, ni sé bien para qué, si para una nueva novela o para darle el toque que le falta a la que ya tengo desde hace años acabada pero que no me he decidido a publicar. Ganas de escribir tengo muchas, lo que me hace falta es tiempo y tranquilidad.
Como ves, todos tenemos problemas gordos que resolver para intentar al menos hacer lo que queremos o más nos gusta.
Abril 30 de 2002
Querida Elsy,
Me alegra mucho que tu trabajo siga adelante, no tanto por mí como por ti. Me gusta que la gente que está cerca de mí alcance sus objetivos, acaso porque yo atravesé una vez una época en la que no avanzaba y me sentía estancado, cosa que considero muy insana…
Respecto a tu artículo, ¿No te parece absolutamente natural que si escribes algo sobre mis cosas, y lo publicas, yo quiera leerlo? Ahora bien, prefiero hacerlo cuando tú lo decidas, no tengo ningún inconveniente en esperar.
Mientras tanto, te deseo mucha suerte.
Mayo 23 de 2002
Querida Elsy,
He tenido que esperar varios días para leer tu artículo, que me ha sorprendido muy agradablemente. Me parece que abre muchas puertas y que maneja muy buenas referencias y bibliografías. Sólo tengo una sugerencia que hacerte: deberías ampliarlo un poco más, se acaba muy pronto.
Muchas gracias por tu artículo, por el que te felicito, y con el que disfruté mucho.
Julio 25 de 2002
Querida Elsy,
… Reivindico mi derecho a figurar entre los melancólicos, lo quieras o no: la relación es tan evidente que no entiendo cómo se te ha pasado por alto… Imposible e inadmisible… Me sublevo. ¡Quiero estar en los dos grupos! ¡Y si no es posible en los dos, entonces en el de los melancólicos!
Bromas aparte (que no son del todo bromas) me alegra que te hayan pedido ese texto y sólo quisiera que a la hora de escribirlo, te deshicieras un poco de los esquemas. Creo que es un buen consejo el que te doy; los esquemas a veces no sirven más que para evitar descubrir la realidad; hay que usarlos con cautela… Mira si no lo que te pasa con eso de la melancolía: tienes a un melancólico agarrado al cuello y te pones a buscarlo debajo de la cama. Una posibilidad sería la de desarrollar más la línea del texto que me mandaste, que sólo parecía un esbozo… Mi postura es la de la ruptura y por ahí tienes una buena línea de entrada…
A mí me han escrito para que participe también en ese libro, pero no entiendo muy bien cuál es el planteamiento y les he respondido que antes de aceptar necesito más datos.
No sé si te conté que una de mis novelas salió en portugués y han publicado en Lisboa, que junto a París es la ciudad más bella del mundo, unas entrevistas y reseñas de las cuales te mando la única que tengo en versión electrónica: tiene algunos datos biográficos que te sorprenderán.
Bueno, espero que esté bien, con el abrazo de siempre.
Julio 30 de 2002
Querida Elsy,
1) ¿Es cierto como me dijiste en carta anterior, que te han pedido un trabajo sobre mis cosas? ¿Sigue en pie esa petición? ¿Vas a redactar ese trabajo para ellos y ellos lo van a publicar?
2) para mí es fundamental saber esto a la hora de decidir si escribo lo que me piden o no… No quiero aparecer en un volumen sobre literatura como crítico y no como narrador; en cualquier caso como narrador y crítico, o sólo como narrador…
Te ruego me respondas lo más pronto posible…
Septiembre 4 de 2002
Querida Elsy,
Gracias por mandarme tu texto; convendrás en que tu correspondencia sobre lo que escribías sobre mí ha sido muy incoherente, sembrada de comentarios ambiguos, lo cual no ha hecho más que sembrar en mí el desconcierto; y tenía yo razón en mis temores acerca de las conclusiones a las que te llevaría tu clasificación: si bien me equivoqué al detectar la fuente, no me equivoqué al presentir por dónde iban los tiros, ni en sospechar que, si sólo me habías mandado un fragmento de tu trabajo, debía ser porque en el resto había cosas que evidentemente no me iban a gustar.
Respecto a la forma como te ocupas de mis escritos, tengo que decirte que, así como en otros trabajos que se han escrito sobre mí se ha afinado muy bien, lo tuyo me parece bastante desafinado. Y aquí tenemos que sincerarnos; tú me puedes pedir ayuda siempre y cuando mantengas la objetividad, y tus clasificaciones no sean ni alabatorias ni condenatorias, ni mucho menos que parezcan hechas para darle gusto quién sabe a quién, pero lo que no puedes pedirme es que yo te ayude a escribir contra lo que yo mismo escribo. Yo prefiero que seamos amigos y escribas lo que quieras sobre mí, pero no me pidas que te ayude a sostener cosas inspiradas en mi opinión por lecturas muy mal digeridas…
Bueno, espero que no lo tomes a mal, deseo simplemente que te encuentres a ti misma. Y, sobre todo, no vayas a pensar que estoy enojado; sólo sorprendido y un poco decepcionado. Tampoco te vayas a sentir desalentada en tu trabajo… Lo que ocurre tal vez es que hay que tener una cierta afinidad con la obra de un autor para poder interpretarla y entenderla; yo no percibo que tengas mucha afinidad con mis escritos, mientras que sospecho que la tienes con los de otros autores, por cierto, no muy parecidos a mí.
Abrazos.
P-D:
para finalizar, te hago sobre todo una recomendación: cuando en una investigación o lo que sea te hagas una pregunta, procura que esté bien formulada y que no sea una pregunta tramposa: llamo pregunta tramposa aquella que se responde a sí misma con una manera falseada de plantear las cosas; las preguntas hay que hacerlas limpiamente, de modo que permitan respuestas limpias y nuevas. Por ejemplo, si tú le dices a alguien acerca de un libro: “Dime sinceramente cómo te pareció”, aquí hay una pregunta limpia que permite una respuesta nueva; pero si tú le preguntas: “¿verdad que este libro es pretencioso y falso?”, esta es una pregunta sucia, que no permite una respuesta nueva.
Septiembre 14 de 2002
Hola Elsy,
Me encuentras en línea, y te respondo en caliente. Creo que mi último mensaje dejó muy claro que no esperaba que escribieras elogiándome… No sé por qué te cuesta tanto entender que eres libre de escribir y publicar sobre mí lo que quieras, yendo por tu cuenta, pero en el momento en que te pones en contacto conmigo, adquieres un compromiso mínimo, y es el de no escribir elogiando lo que escribo, pero tampoco echándolo por tierra. Simplemente siendo objetiva: es más, personalmente no creo que estés convencida de lo que has escrito, pues todavía no tienes criterios (es normal, te falta aprender muchas cosas), y estoy convencido de que tus opiniones negativas provienen de otras personas; escribes lo que has oído comentar, y lo has puesto ahí para parecer seria y crítica. Quienes te asesoran han abusado de ti, en el sentido de que te ha inducido a escribir esas cosas a sabiendas de que no eran tus opiniones sino las de ellos. Es más, no te han aconsejado bien si han sido incapaces de explicarte que una cosa es consignar esas opiniones en un manuscrito y otra cosa más grave es publicarlas: la publicación es algo muy serio, que requiere que uno sea incapaz de escribir tan crudamente sobre algo que ni siquiera ha leído.
Finalmente, no tengo nada contra ti, no tenemos por qué pelearnos, si trazamos una línea de separación entre lo profesional y lo personal: no mezclamos las dos cosas, nos servirá a los dos: mi discrepancia es profesional no personal, y no sabes cuánto admiro tus esfuerzos por estudiar y hasta qué punto te deseo buena suerte. Pero, en lo profesional, no puedo ser cómplice de una forma de trabajar tan irresponsable; supongo que todavía no has pensado en el daño que le puedes hacer a otra persona haciendo públicas opiniones negativas tan poco meditadas y tan superficiales (¿qué más superficial que lo que has escrito sobre una novela mía si leerla?)
Creo que te harías un favor a ti misma si fueras un poco más responsable, si maduraras un poco. En cuanto a mí, si yo puedo ayudarte no dudes en decírmelo, pero no me pidas que te ayude sobre mis cosas, si no estás dispuesta a respetar un pacto mínimo, que es el de no escribir elogiando, pero tampoco destruyendo, y también esa ley de la cortesía que no hubieras violado si me hubieras consultado antes de hacer públicas las conclusiones de tus “investigaciones” sobre mis libros; ¡por lo menos me hubieras dado la oportunidad de mandártelos para que los leyeras!
Este pasaje tuyo resulta algo gracioso: “Es relativamente fácil detectar si quien escribe es amigo o no muy amigo del autor de la obra estudiada, no se arriesga mucho como lector e intérprete para no poner en peligro la amistad”. Claro, diría el autor, no arriesga mucho como lector, ¡ni siquiera lee los libros que refuta!, ¿”para no poner en peligro su amistad”? Ay Catalina, esto no hay por dónde agarrarlo…
Cuéntame mejor de tu vida, si sigues trabajando en lo mismo… El otro día encontré en Internet un anuncio que pusiste para buscar trabajo… Te deseo mucha suerte, pues yo también pasé por ahí. ¡Pero tenía más cuidado con lo que escribía sobre los demás!
Bueno, espero que todo te vaya bien, sinceramente, con un abrazo.
Septiembre 18 de 2002
Querida Elsy,
Te ruego que me mandes las referencias exactas de la revista mexicana en que publicaste el artículo sobre mí; me he enterado de que hay por lo menos tres revistas allí y no sé en cuál ocurrió el incidente; quiero pedir un ejemplar y me gustaría también tener el e-mail de los que están al frente de la misma.
Aprovecho para comentarte, por cortesía hacia ti, dos o tres cosas:
Primero; la afirmación que te hice de que habías estado mal asesorada no es gratuita; a continuación te mando el fragmento de un artículo publicado por un escritor argentino muy conocido y, sobre todo, muy preocupado por escribir desde la perspectiva ideológica y social, que es, según me parece, requisito imprescindible para que los sociocríticos se interesen por una novela. Si lees con atención y sin prejuicios este corto y condensado fragmento verás que quien lo escribe posee las dotes críticas e imaginativas necesarias, en el caso de mis libros, para que la sociocrítica no se convierta en un ejercicio escolástico destinado a proyectar nuestras frustraciones e inconfesables heridas sobre una realidad totalmente falseada; posee también el autor de ese texto las referencias literarias mínimas acerca de la cultura y la literatura francesa que resulta dable esperar también posea una persona culta de esa nacionalidad, en el caso no de una lectura inocente, sino de una lectura crítica y de “investigación” cuyo destino posible es la letra impresa…
Personalmente opino que, si bien la sociocrítica es una disciplina que está expuesta al peligro de ignorar flagrantemente que el investigador hace parte del proceso de investigación, es decir, que el investigador poco preparado puede terminar confundiendo la sombra que proyecta sobre el proyecto investigado con el objeto mismo, es de todos modos una disciplina útil; y que incluso en el caso de un libro como el mío, la lectura ideológica es no sólo posible sino también necesaria; creo que se necesita muy mala fe para no darse cuenta de que los dos protagonistas encarnan diferentes posturas ideológicas respecto a la realidad histórica del periodo de entreguerras; y más mala fe se necesita aún para no entender que entre esas dos posturas, condenadas ambas, la una por frívola y retardataria, y la otra por fantasmagórica, la postura de Piedad es la que ofrece una salida ética al callejón sin salida de entreguerras: muy mala fe, por supuesto, se necesita para no ver que la protagonista es casi una pionera del feminismo (ella reivindica entre líneas incluso el lesbianismo), y que dentro de la novela representa una clara postura a favor de un cierto compromiso ético consigo misma y con los demás.
Por eso te digo que si has sido incapaz de captar cosas tan elementales en la única novela mía que has leído con cierto interés, sin contar con que te negaste a leer la novela en la versión de Alfaguara, en la que los aspectos que acabo de señalar están todavía más resaltados, lo menos que puedo pensar es que careces, respecto a mí, de la imparcialidad o de la limpieza de espíritu que creo necesarias para ocuparse de mis escritos.
Finalmente, te confieso que cuanto más pienso en esta desagradable historia, que ya he tenido que comentar con otras personas, más imposible me parece que todas estas descalificaciones hubieran podido salir sólo de tu cabeza; es evidente que has tenido muy cerca una persona que te ha machacado una y otra vez sobre este asunto, y sólo se me antoja que esa persona ha sido precisamente quien hubiera debido llamarte la atención incluso sobre algo tan elemental como esto: que tanta descalificación en un mismo trabajo, tanto reproche mal argumentado, necesariamente tenía que volverse en contra tuya puesto que todavía creo que no ha nacido en Colombia un escritor tan malo como el que tú pretendes demostrar que soy.
A una persona por la que siento gran respeto le he contado el caso, y de la carta que le he escrito extraigo estos dos fragmentos:
1)… A lo que en realidad me estoy resistiendo es a que mi muerte literaria ocurra en un callejón oscuro y no en la plaza pública, con todos los requisitos marcados por la ley; es decir, que si he de ser eliminado por alguien como ella, quiero para mí un fusilamiento en regla y no un vulgar homicidio.
2) Ahora bien, lo que más me ha irritado de todo es que se ve claramente que había una postura previa a la lectura, es decir, que todas esas ideas eran inducidas, bien por teorías mal digeridas que en ningún momento podrían estar a la altura de algo que pudiera considerarse un estudio serio; a mi modo de ver, esto de invalidar a un escritor, incluso sin haberlo leído, responde a una andanada de prejuicios sobre la fórmula literaria que practico, prejuicios cuya inspiración provienen claramente de una disciplina crítica que prefiere las obras de evidente contenido social o ideológico, a las obras donde hay que hacer un esfuerzo imaginativo para descubrirlo. Como si se eligiera a Vargas Llosa y no a Borges, Mujica Lainez o Lezama Lima, porque en los personajes del primero los mecanismos ideológicos son más fáciles de desentrañar que en las de los segundos; a mí personalmente me preocupan mucho estos excesos que, en virtud de una rutina escolástica y falta de imaginación, canonizan a una serie de escritores de segunda categoría -no es el caso de Vargas Llosa, a quien admiro, pero sí el de Luis Sepúlveda, por aludir a alguien sobre el que se escriben muchos trabajos de sociocrítica-, mientras se dejan de lado muchos escritores que simplemente están intentando explorar nuevos horizontes. Que una tal arbitrariedad pueda plantearse ya al comienzo de un proyecto que debería estar cobijado por el máximo rigor e imparcialidad, y supeditado a una moda teórica, a mí personalmente me parece muy preocupante…”
______________
Y con esto doy por concluido este incidente, que nunca imaginé que me pudiera ocurrir, y que espero no tener que recordar en el futuro.
Te deseo mucha suerte, con un abrazo de tu amigo (a pesar de todo).
Septiembre 21 de 2002
Estimada amiga, parece que todavía tengo que explicarle algunas cosas elementales:
1) Usted puso en un compromiso a la Institución de la que forma parte al publicar algo peyorativo contra un escritor por el que esa Institución tiene aprecio, y que a su vez aprecia a dicha Institución bajo cuya sombra usted se cobijó al firmar el artículo aparecido en una revista. Es absolutamente lógico que ahora esta Institución y su director, se sienta apenado, e intente evitar que en el futuro vuelva a ocurrir algo así. ¿Que tal que cada vez que esa Institución se interese por un autor, aparezca alguien indigestado como usted y le vomite toda su indigestión en la cara, en un ensayo publicado y firmado amparándose en esa Institución?
2) Usted ha entendido sólo la mitad de lo que tiene que entender si arguye que no es nadie en el terreno de la crítica, por lo tanto sus opiniones no deben contar todavía, pues no están sedimentadas, no están confrontadas, y son de una parcialidad exacerbante. Pero la primera que tiene que actuar de acuerdo con esto es usted; y usted no lo ha hecho, al hacer públicas, valiéndose del nombre de una Institución, las elucubraciones producto de su inmadurez y falta de información: aquí es donde yo digo que debería haberse asesorado… ¿O es que esa publicación la hizo también sin contar con la opinión de nadie, como dice siempre?… Quien haya sido la persona que la asesoró y la incitó a publicar eso no le hizo a usted un favor, ni tampoco a mí, y no me atrevo a pensar que eso era lo que buscaba; prefiero pensar también en su irresponsabilidad…
3) Yo he intentado asesorarla, pero usted no ha hecho caso de ninguna de mis recomendaciones. A pesar de eso, le he ofrecido siempre mi ayuda y mi amistad; no creo que, con todos los prejuicios que tiene sobre mí (prejuicios quiere decir tomas de postura previas, sin comprobar si son ciertas o no), no está en la situación de cualquier investigador que elija a un escritor para trabajar sobre él.
Desde este punto de vista, cada vez entiendo menos por qué usted me ha elegido a mí. Normalmente, los críticos eligen para sus trabajos a un escritor que les interesa por algo: o les gusta como escribe, o lo que dice, etc. pero no lo eligen porque no les gusta. Eso yo no lo había vista nunca: usted ha inventado una fórmula nueva, la elección de un escritor malo, para escribir contra él; pero en su invento hay algo que no funciona: si usted elige a un escritor en su tesis para escribir contra él, porque le parece muy burgués, procure no ponerse en contacto con él, ni presentarse como su amiga, pues cuando se descubra el embrollo, como se ha descubierto ahora, por mucho que usted haya intentado taparlo, el escritor en cuestión se va a sentir burlado, y usted quedará como quien ha engañado a alguien que ha actuado de buena fe.
4) Yo no estoy llorando por lo ocurrido, esté tranquila. Sí le confieso, en cambio, que cada vez que pienso en esta historia mi asombro se multiplica incrementando mi irritación. Tengo mucho trabajo y estoy perdiendo tiempo con esta historia, que decidí poner en manos de otros, no fuera que usted tuviera otras publicaciones en marcha sobre mí o sobre otros escritores aristocráticos y burgueses a los que quiera destruir con la misma arbitrariedad y falta de responsabilidad, amparándose en la misma Institución. Además, estaba en juego un famoso proyecto editorial, un proyecto muy serio, que no se puede poner en manos de alguien que, como usted, antes que dar lecciones, tiene que recibirlas…
5) Así y todo, querida amiga, le deseo buena suerte. Y le confieso que el trabajo suyo no lo leí entero la primera vez… Fue cuando me escribió ese segundo mensaje en que me dio a entender que no había entendido nada de nada, cuando lo leí entero y me quedé horrorizado. De todo lo que se ha escrito sobre mí, hay un diez por ciento de cosas que son reticentes o poco entusiastas; lo suyo es demoledor. Tiene usted el récord; por mi bien espero nadie lo supere.
Finalmente, le desaconsejo que vuelva a involucrarse en un proyecto literario cargada de tanto odio y resentimiento. El odio y el resentimiento sólo son un buen tema para los grandes escritores, como Dante, que son los que llegan a hacer con ellos algo sublime; los pequeños, como nosotros, cuando están resentidos, sólo hacen el ridículo. Intente encontrar un escritor sobre el que sienta entusiasmo, y dediquese a él; eso le evitará que se equivoque más juzgando a escritores aún vivos…
La calidad estética de una obra no se puede juzgar ni por la extracción social de su autor, ni por la carga ideológica que ella tenga, sino por algo que está más allá, y si usted no lo descubre pronto habrá perdido todo su tiempo y acabará convertida en una profesora que “interpreta” libros con el mismo desafecto e indiferencia con que otro despluma gallinas. Sin descubrir nada en ellos, y por el placer de la simple rutina. O por sentir que tiene algún poder sobre un objeto inerte, un libro.
Bueno, creo que ya le he escrito bastante, y ya estoy cansado de esta historia. Abrazos.
P-D. No he intentado hacerla quedar mal, más de lo que usted se ha hecho quedar por su propio mérito, o el de lo que publicó. Al contrario, he intentado disculparla atribuyendo parte de lo ocurrido a su falta de seriedad y diciendo que usted estaba mal asesorada… Así pues, no tenga miedo de mí en ese sentido, ni intente hacerme creer que me aprecia más de lo que me aprecia para que yo no vaya a proceder contra usted. No es necesario. No haré nada más de lo que ya he hecho y era mi obligación hacer, por lealtad y responsabilidad hacia una Institución; no porque quiera perjudicarla a usted.
¿Por qué no sube sus cartas? Saludos
Porque no las tengo, nunca las conservé.
No es verosímil que conserves tan bien lo que compromete a los otros, pero no lo que te compromete a ti. Puede que Ricardo si las conserve, lo que sería muy interesante.
Ahora, él no tiene ni la inquina, ni la mala leche, de otros, para estar pensando en hacerle daño a los demás de forma gratuita. Tal vez por eso no las publique. Y si las publica… ¡Plop!
Me gustaría que las publicara, nos las conservo y sería divertido volver a leerlas. ¡Yo era tan joven e inexperta!