El avance de lo efímero, tan vinculado con la expansión de la cultura industrializada, contribuye a construir un arte por y para el momento, sin un empeño de perpetuidad. La obra, sin expectativas de trascender en el tiempo, queda desposeída de su calidad de fetiche. El artista es libre de crear sin tener sobre él la mirada de «la historia del Arte».
En un entorno técnico en el que la copia y la difusión de cualquier información es sencilla y rápida, el artista digital debe asumir una nueva relación con su obra, consciente de que puede ser plagiada y su identidad suplida por cualquiera. A su vez, su obra se puede nutrir de la obra de otros, dando como resultado una obra de múltiples autores móviles y sin identificar.
Un golpe a la idea romántica del artista, tan vinculada con el carácter único y original de la obra.
Diego Levis, en Arte y computadoras. Del pigmento al bit. Bogotá: Norma. 2001: 104 – 105.
Deja una respuesta