Verso libre

4 Feb

Sí, amigo, los viejos métodos son muy favorecedores

a ciertos tipo de mente,

como un bonete puntiagudo

es favorecedor

a ciertos tipo de cara.

Pero descubro que yo necesito

un poco más de libertad

para expresar mi alma inmortal

(si es inmortal, cosa que uno duda

después de leer a Freud).

Sabes, es tan complicado

aprender los metros

y las rimas,

y hay pocos metros

y menos rimas,

y después de todo, cuando se los ha aprendido,

¿para qué sirven?

Es preciso tener algo que decir

que calce en esa forma seca y cuadrada.

Y yo no tengo.

Realmente en esta civilización que se desintegra

qué puedo tener uno que decir

salvo

que todo es un tedio infernal

y eso ya todos lo saben.

Pero esa es otra clase de poesía

es como mármol.

Cualquiera, creo, puede hacer una cara

con arcilla

aún si sólo es grotesca (y lo grotesco tiene su atractivo).

¿Pero con mármol?

habría que ser escultor para eso,

es decir,

alguien que se ha tomado el trabajo

de aprender su duro oficio.

El grabador del camafeo piensa cuánto tiempo

debe vivir con ese pequeño retrato

antes de terminarlo.

¿No se aburre? Por supuesto, dices,

se aburriría

si no supiera hacerlo bien.

Y yo no sé, como bien sabes.

Aclararía mis ideas incluso

llamándolas

estados de ánimo.

Un pequeño giro de la frase o el pensamiento

en esa dirección o en aquélla

para darle un aire de significar mucho

más de lo que dice.

Una pizca de reacción nerviosa

por el ruido del tren

o el exceso de café

o una mala noche, fumando hasta las dos.

¿A quién se le ocurriría emplear la «forma» para esas cosas?

Y aún así vale la pena ponerlo sobre el papel

en parte porque es divertido

y fácil

y en parte porque

ocasionalmente (sólo ocasionalmente)

a uno le pagan por hacerlo.

Este verso mío es pura inspiración,

es tan fácil como caerse de un árbol,

la única dificultad es saber dónde

parar,

pero llego a este punto vagando

durante

tanto tiempo como quiera

y después

borrando un verso de cada tres:

los agujeros en el sentido (si los hay)

lo hacen todo más

interesante.

Y las palabras mismas significan tanto,

esas cositas bonitas.

«Malva», por ejemplo,

cuánto parece querer decir esa palabra simple,

tanto más de lo que uno puede decir.

Me gusta

escribir una palabra así

y mirarla

con la cabeza inclinada

y darle vueltas

y vueltas y vueltas

hasta marearme un poco

y después sentarme y

charlar un rato

sobre cualquier cosa que me venga

a

la cabeza. Al fin recojo todo

con mi don poético, una suerte de pala, sabes,

y lo salpico caprichosamente sobre

unas pocas

hojas de papel,

y ahi tienes.

Un poema más o menos. Al menos

lo llamamos así

por conveniencia.

No obstante, viejo amigo, espero que consideres

todo esto como confidencial,

estrictamente entre nous, podría decirse,

porque

mucha gente está hablando en serio

sobre nuestros intelectuales norteamericanos

revolucionarios

y no querríamos que se difunda

que somos sólo intelectuales

en bancarrota,

con el buen sentido de las discordias

de un violín quebrado

tocado por un violinista un tanto indiferente

en la conflagración

de un universo

también indiferente.

Raymond Chandler

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