A partir de una sólida trayectoria como sociólogo antiintelectual Pierre Bourdieu emprendió el estudio no sólo de algunas comunidades indígenes y del comportamiento de las sociedades actuales, sino que involucró en sus propuestas teóricas y en sus análisis prácticas como la educación, la religión y la política, con el propósito de observarlas a partir de la perspectiva central de su teoría, como campos:
Un campo podría definirse como una red o configuración de relaciones objetivas entre posiciones. Estas posiciones se definen objetivamente en su existencia y en las determinaciones que imponen a sus ocupantes, ya sean agentes o instituciones, por su situación (situs) actual y potencial en la estructura de la distribución de las diferentes especies de poder (o de capital) cuya posesión implica el acceso a las ganancias especificas que están en juego dentro del campo -y de paso, por sus relaciones objetivas con las demás posiciones (dominación, subordinación, homología, etc.) (Bourdieu-Wacquant. 1995: 64).
Para configurar y delimitar un campo determinado a lo largo de un periodo específico de tiempo (ya que quienes lo conforman, desean formar parte y se oponen a éste se hallan en movimiento permanente) es necesario conocer y establecer relaciones con otros conceptos (habitus, capital, apuesta, posición, toma de posición, interés, etc.), materializados a través de las acciones y las reacciones de los agentes o las instituciones que pretenden conservar o modificar el funcionamento interno del campo; estas acciones y reacciones dependen, entre otras cosas, del volumen del capital simbólico (llamado también prestigio, reputación, renombre, etc.), de la toma de posición, de la posición que ocupan en el campo quienes las ejecutan y de los intereses que los motivan a proceder de una manera determinada en un momento específico;
Hay tantos intereses como campos, como espacios de juego históricamente constituidos con sus instituciones específicas y sus leyes de funcionamiento propias; la existencia de un campo especializado y relativamente autónomo es correlativa de la existencia de compromisos y de intereses específicos; a través de las inversiones inseparablemente económicas y psicológicas que suscitan entre los agentes dotados de un cierto habitus, el campo y sus compromisos (ellos mismos producidos como tales por las realizaciones de fuerza y de lucha por transformar las relaciones de fuerza que son constitutivas del campo) producen inversiones de tiempo, de dinero, de trabajo, etc.1 (Bourdieu. 2000: 108).
A lo largo de la configuración y el análisis del modo en que funciona un campo específico es necesario observar y contrastar las características y la manera en que quienes producen, pretenden, o se oponen a producir modificaciones en su interior emplean sus recursos particulares (capital económico, capital cultural, capital simbólico, posición, etc.), los intereses que motivan sus acciones y reacciones, la diferentes especies de capital que han obtenido en luchas anteriores y la naturaleza de las búsquedas que han emprendido; es necesario observar si éstas se orientan hacía la modificación o la conservación del funcionamiento interno del campo -expresado a través de las tomas de posición y en estrecha relación con la posición que ocupan quienes dirigen las acciones y reacciones-, si se orientan hacia la autonomía o la heteronomía en relación con la lógica a partir de la cual funciona el campo estudiado y en relación con otros campos;
Quienes ocupan una posición en el campo intentan, de manera individual o colectiva, salvaguardar o mejorar su posición e imponer el principio de jerarquización más favorable a sus propios productos. Dicho de otra manera, las estrategias de los agentes dependen de su posición en el campo, es decir, de la distribución del capital específico, así como de la percepción que tienen del campo, esto es, desde su punto de vista sobre el campo como vista tomada a partir de un punto dentro del campo (Bourdieu-Wacquant. 1995: 68).
Además de la necesidad de identificar y objetivar las relaciones que se desarrollan en el interior de un campo específico, Bourdieu da gran relevancia a la observación y el análisis del entrecruzamiento entre los diferentes campos, en lucha permanente -interna y externa, con otros campos- con el propósito de conquistar o reafirmar su autonomía.
Para realizar el análisis del campo es necesario pasar por tres momentos fundamentales que se relacionan y se interrelacionan a lo largo del proceso y en el que entran en acción todos los conceptos y la metodología de análisis propuesta por Pierre Bourdieu2:
Primero, hay que analizar la posición del campo en relación con el campo del poder. Así se descubre que el campo literarario, por ejemplo, está incluido en el campo del poder, donde ocupa una posición dominada. Segundo. Es menester establecer la estructura objetiva de las relaciones entre las posiciones ocupadas por los agentes o las instituciones que compiten dentro del campo en cuestión. Tercero. Se deben analizar los habitus de los agentes, los diferentes sistemas de disposiciones que éstos adquieren mediante la interiorización de un tipo determinado de condiciones sociales y económicas y que encuentran, en una trayectoria definida dentro del campo considerado, una oportunidad más o menos favorable de actualizarse (Bourdieu-Wacquant. 1995: 70).
Un aspecto fundamental desarrollado a lo largo de los textos de Pierre Bourdieu tiene que ver con la necesidad del investigador de «objetivar al sujeto objetivante»; quien emprende el estudio de un objeto de análisis debe proyectarse a sí mismo como parte del proceso de investigación; en la medida en que los investigadores «tomen conciencia de lo social dentro de ellos mismos, otorgándose un dominio reflexivo de sus categorías de pensamiento, menos probabilidades tendrán de ser actuados por la exterioridad que habita en ellos» (Bourdieu-Wacquant. 1995: 36).
El campo literario
El campo literario es un campo relativamente autónomo subordinado por el campo del poder, es decir, por «el espacio de las relaciones de fuerza entre agentes o instituciones que tiene en común el poseer el capital necesario para ocupar posiciones dominantes en los diferentes campos (económico y cultural en especial)» (Bourdieu. 1997B: 320). Las obras literarias no serán estudiadas, entonces, como la «creación» que surge de la individualidad de un «autor», como unidades plenamente significativas concebidas e interpretadas a partir de una lógica interna que se explica sólo a partir de sí misma, sino como apuestas, como «jugadas» realizadas por agentes sociales, motivadas a partir de intereses específicos;
El campo literario es un campo de fuerzas al mismo tiempo que un camino de luchas que tienden a transformar o a conservar la relación de fuerzas establecida: cada uno de los agentes empeña la fuerza (el capital) que adquirió, por las luchas anteriores en las estrategias que dependen, en su orientación, de su posición en las relaciones de fuerza, es decir, de sus capital específico. Concretamente, son por ejemplo las luchas permanentes que oponen las vanguardias siempre renacientes a la vanguardia consagrada… Los recién llegados, que son también los más jóvenes, cuestionan lo que fue opuesto por la revolución precedente, a la ortodoxia anterior… esta discusión incesante se traduce, del lado de las obras, en un proceso de depuración (Bourdieu. 2000: 146).
Para realizar el estudio del campo literario durante un periodo de tiempo específico es necesario considerar no sólo las obras y los escritores que ha tenido éxito, sino que se debe partir del principio de que todas las obras y las actitudes de sus autores surgen como tomas de posición ante algo, ante otras tomas de posición: «los autores condenados por sus fracasos o por sus éxitos conseguidos con malas artes y lisa y llanamente abocados a ser tachados de la historia de la literatura modifican el funcionamiento del campo debido a su existencia misma, y a las reacciones que en él suscitan» (Bourdieu. 1997B: 113).
Los recién llegados -que casi siempre son los más jóvenes- se hallan en movimiento permanente con el fin de ganarse una posición y, de paso, por modificar el funcionamiento interno del campo en la medida en que más los favorezca; se trata de agentes sociales que no tienen todavía ni una posición ni un capital específico que salvaguardar, razón por la cual son los más «desinteresados» y arriesgados. Cuando los recién llegados empiezan a formar parte del campo se proponen crear o respaldar una posición; la intención es entrar en el juego, empezar a apostar y obtener ganancias posteriores:
El envejecimiento de los autores, de las obras o de las escuelas es algo muy distinto del producto de un deslizamiento mecánico hacia el pasado: se engendra en el combate entre aquellos que hicieron época y que luchan por seguir durando, y aquellos que a su vez no pueden hacer época sin remitir al pasado a aquellos a quienes interesa detener el tiempo, eternizar el estado presente; entre los dominantes conformes con la continuidad, la identidad, la reproducción, y los dominados, los nuevos que están entrando y que tienen todas las de ganar con la discontinuidad, la ruptura, la diferencia, la revolución. Hacer época significa indisolublemente hacer existir una posición más allá de las posiciones establecidas, por delante de estas posiciones, en vanguardia (Bourdieu. 1997B: 237).
Lo esencial del análisis de los campos, de la forma en que lo propone Bourdieu a lo largo de su teoría, no debe ser el efecto o la interpretación que las apuestas (materializadas a través del las obras, en el caso de la literatura) de los miembros de un campo determinado provocan en sus usuarios (un escritor individual que se dirige a un lector individual) o el capital simbólico de quienes los constituyen, el modo en que lo han adquirido, sino que es mucho más relevante y revelador observar la manera en que los campos se han constituido, la lógica a partir de la cual funcionan;
Un campo es un sistema estructurado de fuerzas objetivas, una configuración relacional dotada de una gravedad específica capaz de imponerse a todos los objetos y agentes que penetran en ella… cualquier campo refracta las fuerzas externas en función de su estructura interna, lo cual explica por qué los efectos generados dentro de los campos no son ni la mera suma de acciones anárquicas, ni el resultado integrado de una intención concertada… la estructura del juego y no un simple efecto de agregación mecánica, es lo que fundamenta la trascendencia, revelada por los casos de inversión de las intenciones, del efecto objetivo y colectivo de las acciones acumuladas3 (Bourdieu-Wacquant. 1995: 24).
En la configuración y las modificaciones que se generan en el campo literario los críticos y los editores juegan un papel fundamental; la motivación de sus tomas de posición puede estar alentada por pretensiones de transformación o de conservación, pueden promover la autonomía o la heteronomía. Los críticos son, además, los encargados de definir los límites del campo:
Una de las apuestas mayores de las luchas que se desarrollan en el campo literario y artístico es la definición de los límites del campo, es decir la participación legítima en las luchas. Decir de tal o cual corriente, de tal o cual grupo, que «no es poesía», o «literatura», es rehusarle la existencia legítima, es excluirla del juego, excomulgarla. Esta exclusión simbólica no es sino el adverso del esfuerzo por imponer una definición de la práctica legítima para constituir un ejemplo, una esencia eterna y universal y una definición histórica de un arte o de un género que corresponde a los intereses específicos de los poseedores de un cierto capital específico (Bourdieu. 2000: 146).
En el estudio del campo literario los escritores no serán concebidos como «partículas mecánicas empujadas por fuerzas externas», sino como agentes sociales dotados de diferentes especies de capital; «según su trayectoria y la posición que ocupan en el campo en virtud de su dotación de capital (volumen y estructura), propenden a orientarse activamente, ya sea a través de la conservación de la distribución del capital, ya sea a través de la subversión de dicha distribución» (Bourdieu-Wacquant. 1995: 72);
Esto no implica de ninguna manera que los individuos sean puras «ilusiones», que no existan, sino que la ciencia los construye como agentes, y no como individuos biológicos, actores o sujetos: estos agentes son socialmente constituidos como activos y actuantes en el campo, debido a que poseen las características necesarias para ser eficientes en dicho campo, para producir efectos en él. Más aún, es a través del conocimiento del campo donde ellos están inmersos que podemos captar mejor lo que define su singularidad, su originalidad, su punto de vista como posición (en un campo) a partir de la cual se conforma una visión particular del mundo y del mismo campo (Bourdieu-Wacquant. 1995: 71).
Para Bourdieu está claro que lo que existe en el mundo social son relaciones, no interacciones o vínculos intersubjetivos entre agentes (escritores-lectores), sino «relaciones objetivas que, parafraseando a Marx, existen independientemente de la conciencia y la voluntad de los individuos» (Bourdieu-Wacquant. 1995: 64).
Para emprender el estudio de las obras literarias el analista no debe adoptar una teoría específica sino que ésta debe ser elegida de acuerdo a los requerimientos del objeto de estudio; es necesario deshacerse del «falso problema de lo individual y la estructura, del micro y el macroanálisis… la variedad de métodos empleados debe adecuarse al problema tratado y ser objeto de una reflexión orientada por el mismo movimiento que se aplica para resolver una cuestión en particular» (Bourdieu-Wacquant: 1995: 30), sin llegar al extremo de optar por el «anarquismo epistemológico»;
La naturaleza esencialmente diacrítica de la producción que se realiza en el seno del campo hace que se pueda y se deba leer todo el campo, tanto el campo de las tomas de posición como el campo de las posiciones, en cada obra producida en esas condiciones. Esto implica que todas las oposiciones que se tiene costumbre de hacer entre lo interno y lo externo, la hermenéutica y la sociología, el texto y el contexto, son totalmente ficticias; están destinadas a justificar rechazos sectarios, prejuicios inconscientes (y en particular el aristocratismo del lector que no quiere ensuciarse las manos estudiando la sociología de los productores) o la búsqueda del menor esfuerzo (Bourdieu. 2000: 150).
Notas:
[1] «Los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia producen habitus, sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas para funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y representaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin suponer la búsqueda consciente de fines y el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos objetivamente… Historia incorporada, naturalizada y, por ello, olvidada como tal historia, el habitus es la presencia activa de todo el pasado del que es producto: es lo que proporciona a las prácticas su independencia relativa en relación con las determinaciones exteriores del presente inmediato. Esta autonomía es la del pasado ya hecho y activo que, funcionando como capital acumulado, produce historia a partir de la historia y asegura así la permanencia en el cambio que hace el agente individual como mundo en el mundo» (Bourdieu. 1991: 92-98). «Una de las funciones de la noción de habitus estriba en dar cuenta de la unidad de estilo que une las prácticas y los bienes de un agente singular o de una clase de agentes… el habitus es ese principio generador y unificador que retraduce los características intrínsecas y relacionales de una posición en un estilo de vida unitario, es decir un conjunto unitario de elección de personas, de bienes y de prácticas» (Bourdieu. 1997A: 108); «siendo producto de la historia es un sistema abierto de disposiciones, enfrentado de continuo a experiencias nuevas y, en consecuencia, afectado sin cesar por ellas: es perdurable mas no inmutable… la mayoría de las personas están estadísticamente destinadas a encontrar circunstancias similares a las cuales originalmente moldearon su habitus; por tanto, a vivir experiencias que vendrán a reforzar sus disposiciones…; es menester concebir el habitus como una especie de resorte en espera de ser soltado… que no opera plenamente sino mediante la inconsciencia, con la complicidad del inconsciente…; si los agentes han de tener alguna oportunidad de convertirse en algo así como «sujetos» ello sólo será en la medida en que dominen de manera consciente la relación que mantienen con sus propias disposiciones, optando por dejarlas «actuar» o, por el contrario, inhibiéndolas…; según los estímulos y la estructura del campo, el mismo habitus puede generar prácticas diferentes e incluso opuestas» (Bourdieu-Wacquant. 1995: 92-94).
[2] Se trata de un método que parte de «una ontología no cartesiana que rehúsa separar u oponer objeto y sujeto, intención y causa, materialidad y representación simbólica. Bourdieu se esfuerza en trascender la reducción mutilante de la sociología, ya sea a una física objetivista de las estructuras materiales, ya sea a una fenomenología constructivista de las formas cognoscitivas, mediante un estructuralismo genético, capaz de englobar una y otra. Lo hace postulando un método consistente en cierta manera de plantear los problemas, así como un parsimonioso conjunto de instrumentos conceptuales que permiten construir objetos y transferir el saber adquirido de un campo de investigación a otro» Löic J.D. Wacquant, en (Bourdueu-Wacquant. 1995: 17).
[3] «En todo momento, el estado de las relaciones de fuerza entre los jugadores es lo que define la estructura del campo. Podemos imaginar que cada jugador tiene, frente a sí, pilas de fichas de diferentes colores, correspondientes a las diferentes especies de capital que posee, de manera que su fuerza relativa en el juego, su posición en el espacio de juego y, asímismo, sus estrategias de juego, sus jugadas, más o menos arriesgadas, más o menos prudentes, más o menos subversivas o conservadoras, dependen del volumen global de sus fichas y de la estructura de las pilas de fichas, al mismo tiempo que del volumen global de la estructura de su capital.
Dos individuos poseedores de un capital global aproximadamente equivalente pueden diferir, tanto en sus posición como en sus tomas de posición por el hecho de que uno tiene (relativamente) mucho capital económico y poco capital cultural (por ejemplo, el propietario de una empresa privada), y el otro, mucho capital cultural y poco capital económico (como un profesor).
Mejor dicho, las estrategias del «jugador» y todo lo que define su «juego» dependen, de hecho, no sólo del volumen y de la estructura de su capital en el momento considerado y de las posibilidades de juego que aquellas le aseguran, sino también de la evolución en el tiempo, del volumen y de la estructura de su capital, es decir, de su trayectoria social y de sus disposiciones (habitus) que son constitutivas de la relación prolongada con cierta estructura objetiva de posibilidades.
Y esto no es todo: los jugadores pueden jugar para incrementar o conservar su capital, sus fichas, conforme a las reglas tácitas del juego y a las necesidades de reproducción tanto del juego como de las apuestas. Sin embargo, también pueden intentar transformar, en parte o en su totalidad, las reglas inmanentes del juego; por ejemplo, cambiar el valor relativo de las fichas, la paridad entre las diferentes especies de capital, mediante estrategias encaminadas a desacreditar la subespecie de capital en el cual descansa la fuerza de sus adversarios (v. gr. el capital económico) y evaluar la especie de capital que ellos poseen en abundancia» (Bourdieu-Wacquant. 1995: 66).
BIBLIOGRAFÍA
Bourdieu, Pierre. Cosas dichas. Barcelona: Gedisa. 2000.
_________ La distinción. Criterios y bases sociales el gusto. Madrid: Taurus. 1998.
_________ La dominación masculina. Barcelona: Anagrama. 1999.
__________ Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Barcelona: Anagrama. 1997A.
_________ Las reglas del arte. Barcelona: Anagrama. 1997B.
_________ El sentido práctico. Madrid: Taurus. 1991.
__________Sobre la televisión. Barcelona: Anagrama. 1997C.
__________ Sociología y cultura. México: Grijalbo. 1990.
_________- Wacquant, Loïc J. D. Respuestas. Por una antropología reflexiva. México: Grijalbo. 1995.
© Elsy Rosas 2003
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
El URL de este documento es http://www.ucm.es/info/especulo/numero23/b_campo.html
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